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Por Laura Forbes, Ex Voluntaria del Cuerpo de Voluntarios de la Misericordia

«Un maestro de la Ley le preguntó: “¿Qué mandamiento es el primero de todos?”. Jesús le contestó: “El primer mandamiento es: ‘Escucha, Israel: el Señor nuestro Dios es un único Señor. Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu inteligencia y con todas tus fuerzas’”. Y después viene este otro: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”».

—Mc 12,28-31

Arte de Hermana Renee Yann
Arte de Hermana Renee Yann

Este pasaje del Evangelio de Marcos nos recuerda una verdad sencilla, si bien a veces difícil: debemos mostrar amor a los demás con la misma dedicación como lo mostramos a Dios. A los ojos de Dios no hay una jerarquía del amor, y, en el Evangelio, Jesús felicita al maestro de la ley que interpreta correctamente este mandamiento. Por ello amamos a nuestro prójimo, a todos, y haciéndolo mostramos nuestro amor a Dios.

En un mundo que continúa agrietándose bajo el peso del prejuicio y la violencia, cuando el amor y la bondad parecen escasear y el temor a quienes consideramos los «otros» nos impide formar vínculos significativos, adoptar una postura del amor parece una hazaña radical. Sin embargo, es lo que se nos pide.

Estamos llamados a «volver al Señor», dice el Profeta Oseas, ¿pero cómo podemos volver hacia los demás? La temporada de Cuaresma nos ofrece la oportunidad de lidiar con esta pregunta. Nos puede llevar a espacios incómodos o que nos desafían a salir de los límites que nos fijamos. Sin embargo, este mensaje, este mandamiento, está en el corazón de lo que me ha enseñado la Misericordia. Puede que no siempre lo hagamos bien, pero tenemos el desafío de intentarlo porque en el núcleo de lo que sabemos está la verdad, que nos pertenecemos unos a otros.


La reflexión de Laura se basa en las lecturas bíblicas del viernes de la tercera semana de Cuaresma y se adaptó, con permiso, del folleto de Cuaresma de la Comunidad del Oeste Medio Oeste de las Hermanas de la Misericordia.