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Esperando pacientemente por más de 30 años de ser venerable

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El 9 de abril se cumplen 30 años desde que Catalina McAuley fue declarada venerable por el Papa Juan Pablo II. A continuación, se presenta una reflexión escrita por la Hermana Sheila Carney para Mercy eNews en 2015 para conmemorar el 25° aniversario, junto con lo último que ha ocurrido en los cinco años transcurridos, y lo que estamos experimentando actualmente en medio de la pandemia del coronavirus.

Por la Hermana Sheila Carney

En los años desde que celebramos el 25° aniversario de la Venerable Catalina McAuley y como siempre bajo la inspiración de Catalina, hemos continuado viendo a la persona frente a nosotras, en su totalidad y en su fragilidad, y hemos respondido de la forma en que pudimos. Hoy, debido a la pandemia del coronavirus, nos enfrentamos al mayor reto en un mundo devastado por el sufrimiento y por las restricciones impuestas por el gobierno a la libertad de circulación. Mientras vemos y escuchamos que el mundo pide a gritos un gesto misericordioso, una respuesta misericordiosa, estamos confinados a nuestros hogares. La pregunta a la que se nos invita a sondear es la misma que hemos estamos llevando hace varios años: ¿Quién se nos pide que seamos ahora para nuestro mundo que sufre?

La pregunta llama a nuestros seres más humildes y creativos, sabiendo que nuestro habitual compromiso dinámico a la crisis se circunscribe a nuestros esfuerzos por controlar la propagación del coronavirus. Al mismo tiempo, estamos yendo más allá de nuestra zona de confort buscando soluciones innovadoras que estén a nuestra disposición. Confío en que, cuando recordemos este tiempo, nos demos cuenta de que adoptamos nuevas y efectivas formas de ser la Misericordia que se extendió más allá de las restricciones que estamos viviendo hoy. Que, a través de todo, hemos sido Misericordia.

Y, mientras seguimos esperando que sea proclamada «Beata», la expectativa es dinámica también en este momento. Pronto tendremos traducido al italiano todos los documentos relacionados al caso que hemos estado siguiendo. Cuando se inicie de nuevo la Sagrada Congregación para las Causas de los Santos y Santas, estaremos listas para presentar la documentación de lo que esperamos sea reconocido como el primer milagro de Catalina.


Veinticinco años. En un matrimonio, en la vida religiosa, en el compromiso con un ministerio, este es un período de tiempo al que le damos un significado particular. Significa fidelidad, paciencia, compromiso, entrega, amor que perdura. Recordamos el paso de estos años y nos centramos en momentos que fueron puntos decisivos, en personas influyentes, gracias pedidas y recibidas. Con la base de esos años, nos atrevemos a volver a comprometernos, confiando en nosotras mismas y en nuestro Dios.

Pero ¿qué significa que Catalina ha sido venerable durante 25 años? Nos remontamos al regocijo del 9 de abril de 1990, y luego a todos los años transcurridos, y vemos altibajos de energía, enfoque, esperanza y expectativa, e interés. A veces, parece como si estuviéramos atrapadas en un compás de espera, en el limbo, esperando por algo que no podemos hacer realidad, un milagro verificable que abra la puerta a la siguiente etapa en el proceso de canonización. Y luego esperaremos otra vez.

Un dibujo de la Venerable Catherine McAuley

Mientras tanto, es útil reflexionar sobre los años de paciente espera en la vida de Catalina con el objetivo de encontrar algo de inspiración.

Solíamos llamar los años Coolock a los de «la vida oculta de Catalina McAuley», como si esos 20 años fueran como una especie de antesala al «público», una fase más importante por venir. En realidad, aquellos años estuvieron colmados de actividad y crecimiento mientras Catalina se centraba en la persona frente a ella, ante la necesidad. Durante este tiempo, al responder lo mejor que pudo y buscar siempre los mejores medios de responder, ella adquirió una extraordinaria variedad de experiencias como enfermera, ama de casa, mentora, administradora de bienes, maestra, estudiante de doctrina religiosa y empresaria. Viviendo el momento y satisfaciendo la necesidad presente, se estuvo preparando, sin pensarlo, para un futuro que no había imaginado.

Hubo otras temporadas de espera, los años que le llevó a solucionar el testamento de William Callaghan, los años para construir la casa en Baggot Street, el tiempo en que cuidaba a su hermana Mary que retrasó su llegada a la Casa de la Misericordia. En cada ocasión, mientras Catalina esperaba, ella depositó toda su energía en la tarea presente y aprendió que es el desarrollo cotidiano de nuestras vidas lo que nos da forma en vez de los grandes acontecimientos. Con la providencia de Dios, las experiencias e influencias en todos estos intervalos la formaron para lo que estaba por venir.

Una vez que se estableció la comunidad, vemos el don de espera de Catalina en su anhelo por pasar tiempo con sus hermanas, por recibir noticias de sus hermanas. Sus cartas están llenas de evidencia de su anhelo.


A Mary Delamere – «Sin embargo, de algo estoy segura y seriamente de que rara vez espero un cambio en este mundo con tanta felicidad como lo hago en nuestra reunión». 2 de julio de 1836.

A Frances Warde – «Espero con regocijo el momento de verte». 9 de abril de 1838.

A de Pazzi Delaney – «Cuanto anhelo estar contigo en la comunidad, solas, diciéndote todas las cosas extrañas que he visto desde que nos separamos». 15 de noviembre de 1838.

A Elizabeth Moore – «Escribe pronto, es un gran consuelo para mí saber de ti a menudo, no te canses, la mitad de tu hoja no está escrita, un poco de tontera es aceptable». 13 de enero de 1859.

En todo esto, vemos en la espera de Catalina las mismas cualidades que celebramos en otras experiencias valiosas: fidelidad, tolerancia, compromiso, entrega, amor que perdura. Al conmemorar el jubileo de ser declarada venerable, al preguntarnos cuánto tiempo esperaremos para que se agregue «beata» antes de su nombre, podemos escucharla instándonos a hacerlo como ella lo hizo. Cuando, en su nombre, nos centramos en el presente, cuando estamos atentas a la persona ante nosotras y la necesidad presente frente a nosotras, cuando buscamos soluciones más afectuosas y efectivas para el sufrimiento humano, entonces nuestra espera es dinámica, fructífera y misericordiosa. Y cuando llegue el día en que su santidad sea reconocida oficialmente por la Iglesia, aportaremos a esa celebración los frutos nacidos de nuestros persistentes esfuerzos por seguir su camino.