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Que la no violencia empiece conmigo

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Por Hermana Diane Guerin

La no violencia es la práctica personal de ser inofensivos a sí mismas/os y hacia los demás bajo cualquier circunstancia. Las Hermanas de la Misericordia han elegido enfocarse en la no violencia durante los próximos años, como la lente por la que afrontarán los asuntos críticos de nuestro tiempo, incluyendo la inmigración, el racismo, la inequidad de género y la degradación de nuestra Tierra.

¿Por qué la no violencia?

Sólo tomen un periódico o busquen en Internet y lean los titulares. La ambientalista hondureña Berta Cáceres fue asesinada en su hogar en marzo de 2016. Corea del Norte amenazó con lanzar un misil hacia Guam, territorio de EE. UU. en octubre de 2017. En el mismo mes, asesinos mataron a Daphne Caruana, una periodista en Panamá, debido a sus blogs sobre el gobierno. En diciembre de 2017, se extendió la ley marcial por otro año en el sur de Filipinas, la cual es dominada por musulmanes. En 2017, Estados Unidos sufrió 345 tiroteos masivos, resultando en 434 muertes. Titulares como éstos, y particularmente las historias de violencia, compartidas por las hermanas de todo el Instituto, nos impulsaron como Hermanas de la Misericordia de las Américas a una respuesta más profunda a la no violencia.

Comenzando adentro

Escuchar acerca del daño y la destrucción de la violencia en todo el mundo, te hace sentir desalentada/o e impotente. Pero tenemos el poder de cambiar. Debemos empezar primero dentro de nosotras/os antes de poder impactar los sistemas y las estructuras violentas.

Las vidas de activistas como Mahatma Gandhi, Martin Luther King, Jr. y Dorothy Day nos hacen conscientes que la no violencia es más que una táctica para la lucha social. Puede ser una guía para nuestra vida social y nuestros encuentros diarios con familiares, amigos, compañeras/os de trabajo e incluso desconocidos con quienes podemos intercambiar unas palabras mientras esperamos en fila en el banco o el supermercado.

Cuando oímos la palabra «no violencia», a menudo pensamos inmediatamente: «Bueno, realmente no debo preocuparme por eso, porque yo no soy una persona violenta». Sin embargo, examinemos nuestras propias actitudes.

Reflexionen con devoción sobre esto por un minuto:

  • ¿Alguna vez somos violentas con nosotras mismas? Comprometernos en exceso o rehusar pedir ayuda cuando estamos sobrecargadas son posibles ejemplos.
  • ¿Practicamos el discurso no violento? Las palabras que elegimos y nuestra manera de hablar manifiestan lo que sentimos y cómo somos.
  • ¿Hablamos desde un corazón inmerso en la no violencia?
  • ¿Podemos practicar la mesura y trabajar para obtener la cooperación en vez de la competición?
  • ¿Estamos resistiendo la presión cultural hacia la violencia en nuestro idioma, el uso del sarcasmo, las bromas a expensas de los demás?

Todas estas cosas tratan de cultivar un sentido de no violencia personal en nuestras vidas y en nuestras relaciones con los demás. Tiene que empezar con nosotras/os, al igual que las ondas creadas cuando se lanza una piedra al agua y forma múltiples ondas de amplio y profundo alcance.

No se puede anhelar la no violencia a menos que se practique en situaciones e interacciones diarias. Esto nos reta a una mayor consciencia de nuestras palabras y hechos.

Lecturas sugeridas:
Mateo 5, 9 «Felices quienes trabajan por la paz»
Lucas 6, 28-29 «Ama a tus enemigos»
Mateo 12, 23 «Porque la boca habla de la abundancia del corazón»


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