Por Hermana Larretta Rivera-Williams, RSM

Yo no puedo recordar una época en la que tuviera miedo de vivir en los Estados Unidos.
Yo recuerdo los disturbios de 1968 en Winston-Salem, pero estaba protegida por la familia y la ingenuidad. Recuerdo haber montado los columpios en la feria y sentir miedo a medida que aumentaba la velocidad; todo lo que tenía que hacer era gritar y el viaje terminaba, y yo me alejaba segura.
Yo recuerdo los asesinatos de Malcolm, John, Martin y Robert. ¿Fueron ellos homenajeados con vítores y respeto en los eventos deportivos? ¿Recibieron el reconocimiento que merecían por parte de la Liga Nacional de Fútbol?
No le temo a la vida cuando estoy dentro del convento, pero luego recuerdo los tiroteos masivos: niños y niñas inocentes abaleados o bombardeados mientras asistían a la iglesia.
¿Hay algún lugar seguro? ¿Qué hay de los familiares y amigos que son demasiado jóvenes para recordar el 11 de septiembre? Ellos siempre han vivido en la era del terrorismo. Solo en años recientes han tenido que preocuparse por su vecino de al lado, la brutalidad policial, los asesinatos en el transporte público y el racismo palpable.
Ya no más silencio. Ya no callan los insultos racistas, la retórica llena de odio de las figuras públicas, la irracionalidad del gobierno, el amigo que ha mostrado «sus verdaderos sentimientos».
¿Eres como yo, una cristiana profesa que cuestiona lo que ha sucedido con la fibra moral de nuestra nación? ¿Eres una persona blanca que estará a mi lado, ofendida por la forma en que se trata a inmigrantes y a las personas de distintas etnias? ¿Te preocupas? ¿Tienes miedo, como yo?
Si es así, entonces ya no podemos quedarnos en silencio.
Mira a tu alrededor. Ya no es seguro ser una persona de una etnia diferente. Esos son los inmigrantes que ICE busca: a la gente de piel oscura y negra.
Le he preguntado a Dios por qué. Pero, luego recuerdo: Dios está siempre con nosotras/os. «Hágase tu voluntad». No temas.
Ayúdanos oh Dios. Ampáranos con tu escudo protector: paz, esperanza, amor.
Estados Unidos se está poniendo patas arriba. La esencia de la integridad y las libertades que una vez dimos por sentado se están erosionando lentamente.
No tengo ninguna fórmula para volver a la unidad que una vez parecíamos tener. Solo sé esto: ya no podemos guardar silencio.