Por Hermana Cynthia Serjak, RSM
El Equipo de Justicia de las Hermanas de la Misericordia de las Américas coauspicia Peregrinaciones de Esperanza para la Creación, una colaboración entre 23 organizaciones católicas de los Estados Unidos en este Año Jubilar, en el que también conmemoramos el 10º aniversario de Laudato Si’. Invitamos a las hermanas, asociadas/os, compañeras y ministerios a organizar peregrinaciones locales a lugares de belleza natural o de degradación ambiental y a compartir sus reflexiones sobre la experiencia. Aunque pueden realizarse en cualquier momento del año, la mayoría tendrán lugar durante el Tiempo de la Creación, del 1° de septiembre al 4 de octubre.
Había un aire de normalidad cuando entramos en East Palestine, Ohio. Un par de manzanas de Market Street estaban cerradas por la feria anual. El parque estaba siendo reformado y mejorado. El alcalde había sido reelegido recientemente. A las cuatro peregrinas nos recibió la sirena del mediodía, que enviaba a los trabajadores a casa para almorzar.
Han pasado más de dos años desde que un tren cargado de productos químicos tóxicos descarriló y devastó la localidad de East Palestine, en lo que muchas personas han calificado como el peor desastre medioambiental de la historia de nuestro país. Recientemente, viajé con tres hermanas en una peregrinación desde Pittsburgh a East Palestine para ver y escuchar por nosotras mismas cómo se encuentra la gente y el medio ambiente. Tengo un interés especial, ya que el pueblo fue mi hogar durante los primeros 18 años de mi vida. Fue un buen lugar para crecer y lo llevo en mi corazón durante estos momentos difíciles.

Nos recibieron cuatro mujeres de la parroquia católica de San Judas, dos de las cuales viven justo fuera de la zona de evacuación. Nos invitaron a almorzar en la iglesia local, Nuestra Señora de Lourdes. Luego les pedimos a las mujeres que nos contaran sus experiencias.
Las historias se sucedían sobre cómo se despertaron sobresaltadas a mitad de la noche por múltiples sirenas. Recordaban haber visto, olido y sentido el espeso humo negro que envolvía la ciudad. Recordaban el miedo y la incertidumbre sobre si abandonar sus hogares y la preocupación por sus familiares, amistades, la gente del vecindario y los negocios.
Hacía frío y mucho viento cuando salimos de la iglesia y nos dirigimos al lugar del derrame. De pie junto al enorme edificio azul, que sigue sellado e inhabitable, nos informaron sobre los arroyos contaminados y los peces muertos, y observamos a trabajadores realizando labores de reparación en los alrededores de las vías.

Son fuertes recordatorios de que no todo va bien. Un aviso cerca de las vías muestra este mensaje: «Si ve daños en un pozo, llame inmediatamente». Algunas personas siguen enfermas; otras se preocupan por sus hijos y sus mayores. Algunas de las personas que se marcharon no han vuelto. Puede que nunca regresen. Se han aprobado los 600 millones de dólares en pagos a sus residentes y negocios afectados, pero algunos están siendo retenidos por apelaciones.
El personal ferroviario está cambiando; la gente nueva no vivió el derrame ni comparten el mismo sentido de responsabilidad por las consecuencias que tuvo para la comunidad. Pero dos años de limpieza no pueden borrar las cicatrices del trauma, ni prometer un futuro seguro.
Sin embargo, las mujeres con las que hablamos se muestran esperanzadas y resilientes. Afirman que el valor de las propiedades no ha disminuido como temían y que están llegando nuevas personas residentes. Se rumorea que también se van a instalar un par de nuevos negocios en la localidad. Quienes se han quedado parecen decididos a seguir adelante.

En el lugar, ofrecimos intercesiones por las personas, los animales y la propia Tierra. Cantamos nuestra esperanza de que las personas puedan trabajar juntas para garantizar que este tipo de «accidentes» no vuelvan a ocurrir. Nos fuimos sabiendo que dar a estas mujeres la oportunidad de reflexionar sobre su experiencia era valioso en sí mismo. Y ahora contamos las historias. Rezamos por tener el valor de ser tan fuertes y esperanzados como la gente de East Palestine, para que toda la gente pueda estar sana y entera en esta nuestra Casa Común.
Nota de la editora: Hermana Cynthia escribió una reflexión en 2023, poco después del descarrilamiento del tren, en la que reflexionaba sobre el horror que estaba viviendo su ciudad natal.