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Por la Hermana Caroline Tweedy, Directora Ejecutiva, St. John’s Bread & Life, Brooklyn, Nueva York

Cuando era niña siempre estuve interesada en las historias bíblicas respecto a dar de comer a hambrientos. Crecí en una familia en el que mi abuela era dueña de una panadería/restaurante donde todos los días, de forma discreta se distribuían los alimentos que sobraban a quienes lo necesitaran. Este acto sencillo de bondad me sigue recordando sobre mis obligaciones para ayudar a los demás.

Como Hermana de la Misericordia, las Obras Corporales de la Misericordia han sido la señal más sobresaliente que me hace recordar lo que debo de hacer en el mundo —visitar enfermos, enterrar muertos, visitar prisioneros, abrigar desnudos, dar refugio a quienes no tiene hogar, dar agua a sedientos y alimentar hambrientos.

Hoy, la inseguridad alimentaria, los necesitados de refugio y la atención a la salud mental ocupan un lugar primordial en la agenda de todos. ¿Me pregunto por qué tuvo que haber una pandemia para que estos temas estén en primer plano? ¿No es acaso que todos merecemos tener alimentos en nuestras mesas, empleos decentes que nos permitan tener un equilibrio entre el trabajo y la familia, una vivienda segura y un apoyo razonable con respecto a la salud mental? ¿No fuimos llamadas para andar con quienes son frágiles entre nosotras y para proteger a quienes no se pueden proteger por sí mismos? Dar de comer a hambrientos no es sólo dar alimentos saludables y nutritivos, es estar disponibles unos para otros mientras luchamos contra el COVID-19.

Cuando camino por el comedor, el tríptico cuenta la historia de los pescados y panes, siendo un recordatorio constante de lo que necesitamos hacer cada día—alimentar a quienes tienen hambre en cuerpo, mente y espíritu. Caminar con las personas desconectadas y quebrantadas entre nosotras. Darnos esperanza mutuamente. Así que, la pregunta para mí es, ¿qué haré en esta Cuaresma para marcar la diferencia? ¿Tendré el coraje para ser la voz de quienes no son escuchados? ¿Hallaré maneras de involucrarme más con quienes se sienten desconectados? ¿Podré sacudir a quienes en el gobierno tienen el poder de crear soluciones sostenibles a largo plazo para estos problemas que alteran la vida? ¿Podré hacer que otros a mi alrededor hagan lo mismo?

En el espíritu de Catalina McAuley, hagamos todo lo que podamos, mientras podamos por quienes podamos.