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Caminando con fe hacia un Año Nuevo desconocido

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Por la Hermana Carolyn McWatters

Día de Año Nuevo. Para quienes somos de Estados Unidos este día tradicionalmente es un momento para hacer resoluciones, compromisos para deshacernos de malos hábitos y/o elegir cosas que nos harán mejores a nosotras o a nuestro mundo. Hacemos nuestras listas y elegimos nuestros objetivos. Admito tener un historial lamentable de elegir los propósitos de año nuevo. Cuando lo hago, veo que se olvidan rápidamente y la vida sigue como de costumbre.

Pero este año es diferente. En nuestra memoria este año comienza como ningún otro. Nos encontramos en medio de una pandemia terrible que ha afectado a la comunidad mundial de manera incomparable. Las naciones insulares y las zonas costeras han sido devastadas por eventos climáticos sin precedentes. El racismo ha asomado su fea cabeza en una espantosa e impresionante avalancha de odio y violencia. Estados Unidos ha experimentado cuatro años de agitación política. La comunidad mundial está sumida en un profundo dolor y sufrimiento, y se ha desequilibrado de muchas maneras.

¿Qué haremos con todo este trastorno? Como personas de fe y hermanas y hermanos de Catalina, ¿qué nos dice Dios en medio de todo este sufrimiento, confusión e incógnita? ¿A qué se nos llama, como personas y como Instituto?

Frente a todo esto, la vida no debe, no puede continuar simplemente como de costumbre.

Sin lugar a dudas, los acontecimientos de este último año nos han brindado pepitas de sabiduría. Tuvimos que profundizar en lo más hondo de nuestras almas y luchar por un significado y propósito. Se nos ha recordado lo que realmente importa: el valor inherente de cada vida humana, la interconexión de la comunidad global, el poder de la acción comunitaria por la justicia.

Si no es como de costumbre, ¿cómo deberían seguir nuestras vidas?

Escribo esto en medio de Adviento. Un tema recurrente y reconfortante de las lecturas litúrgicas de Adviento es que Dios nos ha elegido, nos posee y habita con nosotros para siempre. Estas Escrituras están ahí para recordarnos a nuestro ser amado, para volver a centrarnos en el camino hacia Jesús, a enfocar nuestros corazones y ver a Aquel que habita continuamente entre nosotros. Lo que puede restaurar nuestro equilibrio y renovar nuestra perspectiva es el volver a esta fe fundamental.

Al comenzar este nuevo año, me comprometo a replantear el tema de la resolución, desde lo que creo que debo hacer, hasta lo que Dios me podría estar pidiendo. Necesito disfrutar el consuelo de Emmanuel, y no puedo simplemente descansar allí. La contemplación debe llevarme a la acción. Centrada en Dios, como advirtió Catalina, debo avanzar continuamente. El camino de la transformación depende de mi espíritu decidido, mi deseo de cooperar con la gracia de Dios, mi voluntad de discernir cómo estoy llamada a responder a las invitaciones continuas de Dios hacia un mayor amor y acción por la justicia.

Uno de mis himnos favoritos expresa un mensaje profundo para mí:


Mi vida sigue en una canción sin fin
por encima del lamento de la tierra.
Escucho el himno real, aunque lejano,
que saluda a la nueva creación.
Ninguna tormenta puede sacudir mi calma más íntima,
mientras me aferro a esa Roca.
Ya que el Amor es Señor del cielo y de la tierra,
¿cómo puedo dejar de cantar?


«Cómo puedo dejar de cantar», basado en un himno de Robert Wadsworth Lowry


Nuestras vidas deben continuar de manera diferente. Con los dones que recibimos de la visión de la Misericordia, debemos ser signos vivos de nuestro ser amado para los demás, de nuestro ser sostenido y mantenido por Dios. Nuestras vidas deben entonar el canto de esperanza y restauración, y la posibilidad de que otras personas puedan ser animadas y alentadas a caminar con fe hacia lo desconocido. Aceptemos nuestra resolución con valentía y alegría.