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Corregir a quien peca: ¿Corrección o conversión?

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Por Hermana Jeanne Christensen

En la serie de reflexiones de Cuaresma de este año, siete hermanas ofrecen sus historias personales y sus perspectivas sobre cada una de las Obras de Misericordia Espirituales y cómo los actos de misericordia pueden tener un profundo impacto en las vidas de nuestras hermanas y hermanos. Acompañan a estas reflexiones unos dibujos lineales de Hermana Mary Clare Agnew, contemporánea de Catalina McAuley, que ilustran el ministerio de las Hermanas de la Misericordia en la Irlanda de 1830.

Corregir a quien peca es una de las siete obras de misericordia espirituales y, como las otras seis, tiene que ver con el bienestar espiritual de otra persona y de nosotras mismas. ¿Qué se hace cuando se corrige a otra persona?

Podemos advertir o reprender a alguien con firmeza o podemos asesorar, aconsejar o instar a alguien con seriedad. Nuestro propósito sería cambiar el comportamiento de alguien para que sea mejor. La mayoría de nosotras preferimos evitar los conflictos, por lo que corregir a alguien exige fortaleza, valor y compasión.

¿Quién es la persona que peca, la persona a la que hay que corregir? ¿Que no ama a Dios y al prójimo? ¿Que no acepta y vive el amor que Dios le tiene? ¿Nos preguntamos: «Soy yo, Señor»?

Siempre que la maldad – el pecado – corrompe el corazón humano y nos aleja de nuestro Creador y de nuestro prójimo, hay que hacerle frente. Debemos mirar en nuestro propio corazón más de lo que miramos hacia fuera para lograr la conversión. ¿En qué hemos fallado, como personas, integrantes de la comunidad o de la sociedad, a nuestros hermanos y hermanas, especialmente a las personas más vulnerables?

¿Qué vemos bajo la superficie? ¿Vemos alguna complicidad en estructuras o sistemas de los que nos beneficiamos? ¿Podemos reconocer que la pobreza es una forma moderna de esclavitud, que la mano de obra barata y la destrucción del medio ambiente influyen en nuestro deseo o demanda de precios bajos de consumo y de mayores beneficios? ¿Podemos vivir sabiendo que la comodidad, la conveniencia y el entretenimiento para algunas personas requiere de la explotación de otras personas? Cuando reconocemos que otra persona ha obrado mal, ¿somos capaces de entablar una conversación respetuosa, escuchar atenta y abiertamente, y responder con integridad y caridad? ¿Somos capaces de admitir nuestros propios errores? ¿Podemos emprender acciones de colaboración que aborden, rectifiquen la explotación de otras personas y admitan nuestra complicidad en la tolerancia de ese abuso y de la degradación de la gente? ¿Pediremos perdón?

Rezar para ver es arriesgado porque podemos ver lo que hemos evitado o no pudimos soportar ver sobre el mundo y nuestra complicidad en estructuras de disparidad de las que nos beneficiamos. Además de los grandes modelos de opresión que se hacen visibles cuando abrimos los ojos, podemos encontrar pequeñas conversiones que ocurren cada día en nuestro interior a medida que aprendemos a ver a las personas que antes eran invisibles, estereotipadas, etiquetadas, insignificantes o amenazantes. Una vez que se vuelven personas reales, las relaciones son posibles. Nuestro mundo se amplía a medida que descubrimos más diversidad y la humanidad común que compartimos con todas las personas.

En última instancia, quienes aprenden a ver empiezan a reconocer la imagen de Dios en todas partes y en todas las personas. Cuando esto ocurre, no estamos lejos del Reino de Dios.

San Pablo, en su carta a los Colosenses, dice: «Como elegidos de Dios, consagrados y amados, revístanse de sentimientos de profunda compasión, de amabilidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia; sopórtense mutuamente: perdónense si alguien tiene queja de otro; el Señor los ha perdonado, hagan ustedes lo mismo. Y por encima de todo el amor, que es el broche de la perfección. Y que la paz de Cristo dirija sus corazones, esa paz a la que han sido llamados para formar un cuerpo. Finalmente sean agradecidos» (3, 12-15).

Nota: Una parte de esta reflexión fue adaptada de una columna de Pat Marrin en el National Catholic Reporter, 22/06/2020, «Quiero ver» usada con permiso.