El Jueves Santo y el poder de la Eucaristía
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Para Cuaresma este año hemos pedido a ocho hermanas y asociadas/asociados que reflexionen en las Bienaventuranzas y el modo en que podemos incorporar cada una en nuestro caminar personal de Cuaresma. Habrá más reflexiones publicadas el Miércoles de Ceniza, Domingo de Ramos, Jueves Santo y Pascua.
Por la Hermana Patricia Mooney
«¿Cómo le devolveré al Señor todo el bien que me ha hecho? Alzaré la copa de salvación e invocaré el nombre del Señor, cumpliré mis promesas al Señor en presencia de todo su pueblo». (Sal. 116, 12-14)
Sondear esas palabras del salmo responsorial de la liturgia del Jueves Santo trajo imágenes de Jesús viviendo su vida en respuesta al «cómo» del salmista. Su corazón humano debe haber estado muy cargado, recordando los pasos que había tomado y anticipando aquellos que pronto tomaría durante su Pasión.
Sus invitados en la Última Cena deben haber estado atentos a su comportamiento, confundidos y cuestionando por qué hubo una modificación en el ritual de la Pascua. «Tomen y coman… Tomen y beban… ». ¿Qué significaba esto? Los discípulos habían sido testigos de Jesús brindando alimentos antes, pero ¿esta vez parecía diferente? ¿Qué les estaba pidiendo? ¿Qué se me pide que haga? ¿Las palabras de la canción de Triduo «¿estabas allí?» ¿Han estado en mis labios también?
Me asombra el hecho de que nos sea dado el mismo don para que no solo crezcamos en la intimidad de la presencia de Dios, sino que transmitamos lo que hemos recibido a los demás, y me lleva a reflexionar sobre varias experiencias del poder de la Eucaristía que han enriquecido mi propia vida:
Una niña que recientemente recibió su primera Eucaristía vio a un hombre sentado en la acera fuera de un restaurante de comida rápida y le pidió a su madre dinero para alimentarlo a él antes de disfrutar su propia comida. Cuando su madre le preguntó por qué, la niña respondió que Jesús quería que lo hiciera.
Una anciana con demencia, a punto de recibir la Eucaristía en casa, se sienta, con ojos brillantes de amor y pronuncia «amén» en voz alta mientras espera a su precioso Señor.
Un caballero mayor pide recibir la comunión antes de regresar con su esposa, esperando afuera en su coche, en el frío, porque ella no puede caminar hasta la iglesia. Las lágrimas llenan sus ojos cuando la comunión también se le otorga a ella.
Cada experiencia me reveló un sentido más profundo del alimento espiritual que la Eucaristía proporciona a toda persona que la recibe.
Como soy zurda, a menudo me enfoco en el simple anillo de plata en mi dedo anular, mi signo visual de compromiso prometido a Dios y a cambio su don para mí de la Eucaristía, que alimenta mi alma hambrienta. Al decir «amén» o en mi corazón «sí», me uno a otras personas que son alimentadas y así también me alimento a mí misma. ¿Cómo puedo pagarle al Señor?
¿Cuáles son tus recuerdos mientras escuchas las palabras de Jesús –hagan esto en memoria mía– a lo largo de los siglos?