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Por la Hermana Julia Upton

«Tú nunca la conociste. Yo la conocí mejor que a cualquiera que haya conocido antes en mi vida. Era una mujer de Dios, y Dios la hizo una mujer con visión. Me mostró lo que significaba ser una Hermana de la Misericordia, ver el mundo y su gente en términos del amor de Dios; amar a todos los que necesitaban amor; cuidar a todos los que necesitaban cuidados. Ahora su visión me impulsa a seguir adelante. Es algo glorioso ser Hermana de la Misericordia».

¡Glorioso, sin duda! Y después de la propia Catalina McAuley, ninguna tuvo más valor y visión de futuro que su protegida Frances Warde (1810-1884), que pintó ese retrato profundamente personal e inspirador de Catalina McAuley en una carta que escribió en 1879 a la Hermana Mary Gonzaga O’Brien.

Empecé a preguntarme qué fue lo que motivó esa carta y sus palabras que atesoramos tan profundamente. Mi curiosidad es insaciable, y aunque venero a Catalina McAuley como fundadora de las Hermanas de la Misericordia, me inspira la forma en que Catalina y las otras «primogénitas» llevaron la obra hasta los confines de la Tierra.

Frances conoció a Catalina McAuley cuando tenía 17 años, presentada por su amiga Mary McAuley, sobrina de Catalina. Desde un primer momento, Frances comenzó a ayudar con los ministerios de Baggot Street en Dublín, Irlanda, y se mudó definitivamente al convento en 1828. Tomó el hábito en la primera ceremonia de recepción que se celebró allí el 23 de enero de 1832, y profesó al año siguiente. Dotada de inteligencia, energía y entusiasmo, probablemente diríamos hoy que Frances fue la «jefa de personal» de Catalina McAuley.

Catalina nombró a Frances como primera superiora de la Fundación de Carlow en 1837, y desde allí la propia Frances dirigió las Fundaciones de Naas (1839) y Wexford (1840). Tras la muerte de Catalina en 1841, Frances cumplió su promesa al dirigir una fundación en Westport (1842).

Pero más andanzas y retos le esperaban en el horizonte. Cuando Michael O’Connor fue consagrado como primer obispo de Pittsburgh, llamó a la puerta del convento de San León en Carlow y, con un especial encanto, les suplicó a las hermanas que se unieran a él en su lejana misión en el oeste de Pensilvania. Frances Warde fue nombrada superiora, y otras seis hermanas (cuatro profesas, una novicia y una postulante) cruzaron el océano a bordo del Queen of the West, acompañadas por el obispo.

Allí, aventuras y fundaciones no habían hecho más que empezar. La atractiva biografía de la hermana Kathleen Healy sobre Frances Warde (1973) describe con detalle los recorridos pioneros de la fundadora estadounidense de las Hermanas de la Misericordia. Nunca me canso de leer sobre su valor, su generosidad de espíritu y su amplia visión. Frances dirigió fundaciones en Chicago, Illinois (1846), Providence, Rhode Island (1851), Manchester, New Hampshire (1858), y Bangor, Maine (1865), por nombrar sólo unas pocas. De ellas surgieron otras fundaciones con escuelas y hospitales en abundancia, que se extendieron hasta Omaha, Nebraska, y Yreka, California (1871). Además de crear más fundaciones que ninguna otra Hermana de la Misericordia, Frances también ayudó a la Madre Austin Carroll, autora de la Vida de Catalina McAuley (1866) y de los cuatro volúmenes de Leaves from the Annals (1881-1895), organizando y conservando correspondencia y otros valiosos recuerdos.

Leaves from the Annals relata que el 14 de septiembre de 1878, Frances envió a un grupo de hermanas a trabajar entre los indígenas de Maine. Su primer convento fue la vivienda que había desocupado el Jefe para las hermanas. Frances fue por primera vez a estas misiones a comienzos del verano de 1879. El Jefe cruzó en su propia canoa para ser el primero en recibir a «la gran Madre». Mientras caminaban hacia el convento, se oyó a Frances exclamar: «¡Oh, qué feliz sería nuestra venerada fundadora si hubiera vivido para ver esto!»

Tal vez esta experiencia impulsó a Frances a escribir esa carta, tantas veces citada, a la Hermana Mary Gonzaga O’Brien, su íntima amiga y compañera, que había regresado al convento en Manchester.

Ahora su visión me impulsa…


El aniversario de la muerte de Frances Warde se celebra el 17 de septiembre.