Hermana Cynthia escribió este blog después de reflexionar más sobre su artículo: En este tiempo de prueba no estamos indefensas, que fue publicado el 12 de junio en el blog Conéctate a la Misericordia.
He seguido reflexionando sobre la impotencia que experimentamos muchas de nosotras durante este tiempo de Covid-19, y he llegado a una dolorosa conciencia de la realidad de que, si bien para algunas de nosotras es una nueva experiencia, también sentirse indefensas es parte de la vida diaria. Como persona de raza blanca en este país, doy por sentado mi capacidad de moverme libremente, ir a donde y cuando quiera y con quien quiera, sin tener que preocuparme por mi vida, o por los comentarios que me puedan hacer, o las situaciones que me harían sentir incómoda.
Sentirse indefensa repentinamente es algo nuevo para muchas de nosotras y nos da vergüenza descubrir cuán poco sabemos del significado de estas dosis diarias. Iniciamos dándonos cuenta de cómo la constante impotencia te desgasta, cómo va dando forma a tu autoestima e infecta cualquier sensación de esperanza que tengas. La experiencia de la pandemia puede ser un despertar sobre cómo viven todo el tiempo algunas personas. Puede aumentar la urgencia de nuestro activismo y profundizar nuestra comprensión de cómo nuestras actitudes inconscientes nos impiden ser mejores personas y ciudadanas.
Aunque sigo sintiéndome indefensa ante el virus, puedo elegir el reconocer mi incomodidad y permitir que me impulse a la oportunidad: la oportunidad de comprender solo una pequeña parte de lo que otras personas experimentan todo el tiempo y la oportunidad también de hablar sobre esa comprensión. Puedo elegir el mantener los ojos abiertos y enfocados en lugar de dar la espalda. Puedo elegir el escuchar mis propias reacciones en lugar de mostrar impaciencia y frustración. Puedo elegir el ponerme en esos lugares donde escucharé más de los continuos y sistemáticos abusos de poder, y puedo aprender de lo que veo y escucho.
Puedo permitirme cambiar y luego convertirme en el cambio.