El padre de Jacquie Varghese dejó un legado de empoderamiento para las mujeres jóvenes. Jacquie, asociada de la Misericordia y donante, sigue sus pasos.
Nacida en Arabia Saudita, Jacquie estuvo muy agradecida por su «padre previsor», que se aseguró de que fuera a la escuela secundaria. Justo después de graduarse, la familia de Jacquie emigró a los Estados Unidos en 1996. La transición a la vida en un nuevo país fue un reto, pero fue más fácil gracias a la ayuda de Hermana Marie Pierson, que servía en la parroquia de Santiago en Woodbridge, Nueva Jersey.
Jacquie siguió estudiando y obtuvo una licenciatura y una maestría en ingeniería. Sigue viviendo en Nueva Jersey y actualmente es ingeniera y directora de programas en una empresa de defensa de Estados Unidos.
El papá de Jacquie falleció en 2017. Durante toda su vida, Jacquie fue consciente de la filantropía de su padre, pero no fue sino hasta después de su muerte cuando se dio cuenta del tipo de impacto que tuvo su generosidad. Durante décadas, apoyó a las mujeres de una remota aldea de la India central. Su padre las había financiado para que fueran a la universidad y formaran a la siguiente generación de mujeres de la zona. «Es un acto desinteresado», dice Jacquie. «No hay reconocimiento por ello. No hay recompensa en la tierra por ello».
Inspirada por su padre, Jacquie empezó a buscar una organización que retribuyera a la comunidad. «Las Hermanas de la Misericordia son esa vía para mí», dice.
En 2019, fue invitada a ser asociada de la Misericordia. Las asociadas y asociados de la Misericordia son personas laicas que participan en la vida de las Hermanas de la Misericordia siguiendo el ejemplo de la fundadora Catalina McAuley. Se comprometen a colaborar con las hermanas y a participar en el servicio. Jacquie se hizo asociada porque quería ayudar a las Hermanas de la Misericordia en su labor de empoderar a las mujeres, tal como lo hizo su padre. Las Hermanas de la Misericordia y sus miembros asociados «atienden a personas que a menudo pasan desapercibidas. En Estados Unidos, incluso en nuestros peores días, somos las personas más privilegiadas», afirma Jacquie.
Como líder en un sector orientado principalmente a los hombres, Jacquie sigue enfrentándose a muchos retos estereotipados. Aprendió habilidades sociales que cambiaron su carrera observando el comportamiento de varias asociadas de la Misericordia, como Camilla Lauricella y Nanci Bachman. Las asociadas de la Misericordia la han inspirado a ser una mejor líder, a afrontar los retos con misericordia y compasión sin dejar de ser firme. Jacquie cree en los derechos y la promoción de la mujer.
Para garantizar que las Hermanas de la Misericordia puedan seguir abogando por la justicia social, Jacquie es donante mensual. «Siento que a las hermanas se las pasa por alto», dice Jacquie. «El mayor impacto [en las comunidades] lo han tenido mujeres muy fuertes». Las Hermanas de la Misericordia ciertamente encajan en esa categoría.