Por Hermana Janet Ruffing, PhD
La devoción mariana ha sido, durante mucho tiempo, parte de nuestra tradición de la Misericordia y nosotras, como comunidad, hemos celebrado el 1° de enero la Solemnidad de la Santísima Virgen María, Madre de Dios, y nuestra devoción mariana de diferentes maneras en nuestra propia historia. La palabra griega Theotokos significa la que da a luz a Dios, como dar a luz a un niño, y se usaba para referirse a María como madre de Jesús. María es nombrada Christotokos (la que da a luz a Cristo) en el año 431 por el Concilio de Éfeso en respuesta a esta idea. María, por supuesto, no está divinizada de este modo, sino que es la fe de María la que le permite ser la Madre de Jesús. San Agustín propone que el discipulado de María en Jesús es aún más importante que haber sido la madre de Cristo. Aunque esto pueda parecernos una metáfora exagerada, es importante reconocer que se refiere tanto a hombres como a mujeres que participan en esta relación con María.
Agustín predicó: “tenemos el valor de llamarnos madre de Cristo”, y la teóloga Elizabeth Johnson explica que “al llevarlo en nuestros corazones llenos de amor, llevamos al Salvador al mundo necesitado”.[1]
Mientras celebramos este Día de Fiesta Mariana, tal vez queramos reflexionar sobre quién es o ha llegado a ser María para nosotras. ¿Cómo nos relacionamos hoy con ella? ¿Cómo llevamos cada una de nosotras a Jesús en nuestro corazón lleno de amor? ¿Bajo qué circunstancias – ministerios pastorales, reflexión contemplativa u oración – hacemos hoy la experiencia de esta relación con Jesús vibrantemente viva en nosotras?
[1] Elizabeth A. Johnson, Truly Our Sister: A Theology of Mary in the Communion of Saints (Verdaderamente Nuestra Hermana: Una Teología de María en la Comunión de los Santos). Nueva York: Continuum, 2003, 119.