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Por la Hermana Mary Daly

Los celtas tenían una oración para toda ocasión, para irse a dormir, para levantarse de la cama, para encender el fuego, para apagar el fuego. Había oraciones para sembrar, para cosechar, para andar por el camino. Una clase de oración en particular era la oración de la coraza. Era una oración que se ponía como si fuera un manto protector. Las que somos suficientemente mayores para haber usado el hábito religioso estamos familiarizadas con un ejemplo de tal oración. Al ponerse cada parte del hábito, se invocaba la oración que fuera apropiada. Uno se vestía tanto con la gracia como con la ropa.

Una oración especialmente bella es la Coraza de San Patricio. La tradición nos cuenta que Patricio estuvo protegido ante los bandoleros cuando recitaba tal oración y se dirigía a saludar al rey. Los bandidos solo escuchaban el grito de los ciervos cuando Patricio y sus seguidores andaban de paso. El compositor irlandés Shaun Davey ha compuesto la música a esta adaptación de la versión más larga.


El grito de los ciervos
La Coraza de San Patricio


Me levanto hoy
Mediante la fuerza
del cielo:
La luz del sol,
El brillo de la luna,
El esplendor del fuego,
La velocidad del relámpago,
La rapidez del viento,
La profundidad del mar,
La estabilidad de la tierra,
La firmeza de la roca.

Me levanto hoy

Mediante la fuerza de Dios para pilotearme:
Los ojos de Dios para que vean delante de mí,
La sabiduría de Dios para guiarme,
La manera de Dios para que repose delante de mí,
El escudo de Dios para que me proteja,
De todo aquel que me quiera causar daño,
Desde lejos y cerca,
Solo y en una multitud.

Cristo conmigo,
Cristo delante de mí,
Cristo detrás de mí,

Cristo en mí,
Cristo debajo de mí,
Cristo sobre mí
Cristo a mi derecha,
Cristo a mi izquierda,
Cristo cuando me acuesto
Cristo cuando me siento
Cristo cuando me levanto,
Cristo en el corazón de todo el que piensa en mí,
Cristo en la boca de todo el que habla de mí,
Me levanto hoy.


Las palabras de apertura, «Me levanto hoy» también podría traducirse como, «Me ato a mí misma hoy», que nos da un sentido claro e íntimo del poder de esta oración.

Considera a que me estoy atando o envolviendo. Primero es a la naturaleza en sí, su fuerza, su luz, su esplendor, velocidad, profundidad, estabilidad, firmeza. ¡Qué preparación tan maravillosa para enfrentar las pruebas del día! Pero eso no es suficiente. No, voy más profundo y ato a mí la mismísima fuerza de Dios. Me pongo los ojos de Dios para que vigile mi día. ¡Ah, para que vigile mi día como Dios lo vigila! Y luego, tengo la sabiduría de Dios para guiarme, y considero que es el mismo camino de Dios por el que ando, protegida por el mismo Dios.

Aun así, no es el final del ritual de mis atuendos. No, ahora me amarro en mí, me envuelvo en la presencia de Dios en mí, delante y detrás de mí, sobre y debajo de mí, a mi derecha y a mi izquierda. Estoy rodeada, inundada, escudada y totalmente protegida con la presencia de Dios, la presencia de Cristo y el poder del Amor Divino. ¿No es esta la verdad de la presencia de Dios con nosotras mientras caminamos por el mundo de Dios al hacer los asuntos de Dios?

Pero aún más. ¡Considera que Dios mismo se envuelve en mí! Dios poniéndome allí, usando mi fortaleza, mi sabiduría, así como está andando mi camino, cubierto con mi presencia. Piensa de mí en Dios, a la derecha e izquierda de Dios, sobre y debajo de Dios, con Dios, sin importar cómo es Dios, el escudo de Dios protegiendo a Dios. ¡Lo que esto podría significar!

¡Qué regalo es este! ¡Qué maravilloso es recordarlo!