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edad 80

Hermana Maria Quintanilla, anteriormente Agnes Diego Quintanilla, fue una Hermana de la Misericordia por 57 años. Las Hermanas de la Misericordia, su familia y amistades la llamaban «Mari» con cariño.

Hermana Maria sintió que Dios la llamaba al estilo de vida de la Misericordia cuando su hermana mayor, Hermana Catherine, entró al convento en Mangilao. Hermana Maria visitaba a Hermana Catherine en Tai con sus familiares. Observó a las hermanas en oración y vio la alegría que sentían en su vida en comunidad. También, siempre escuchaba la pregunta de Hermana Catherine en sus oídos «¿Quieres ser Hermana de la Misericordia?» Profundamente, Maria sabía que la respuesta era «sí». El llamado de Dios a la vida religiosa fue muy fuerte.

Hermana Maria entró a la comunidad de la Misericordia el 2 de febrero de 1964 en Tai. En un mes, fue a la casa madre en Belmont, Carolina del Norte para formación religiosa.  Hermana Maria pasó tres años allí y volvió a Guam en 1967, después de profesar sus primeros votos. Al volver, empezó a ser maestra de kínder en la Guardería y Kínder de Mercy Heights en Tamuning.

El 28 de julio de 1971, Hermana Maria profesó votos perpetuos. Eligió «Ave Maria – Enséñame a Amar» como su lema. Lo eligió porque quería la ayuda de Nuestra Señora para abrir su corazón y recibir a las demás personas con amor como lo hizo Jesús.

Hermana Maria se graduó de la Preparatoria George Washington. Más tarde tomó cursos en educación infantil en la Universidad de Guam y la Universidad Comunitaria de Guam.

Como trabajó en la Guardería y Kínder del Niño de Praga antes de entrar a la comunidad de la Misericordia, Hermana Maria volvió a Tai después de siete años en Mercy Heights. Le encantaba cuidar a los bebés en el salón de bebés, pero también estaba a gusto con niños más grandes y de kínder. Los niños corrían a sentarse con ella para oír historias de la Biblia, cantar y rezar.

Hermana Maria tenía muchas características y cualidades hermosas que demuestran la Misericordia. Tenía una espiritualidad tan profunda que se demostraba en muchas de las cosas que decía o en su manera de hablar. Quien más que Maria, al ver unos peces de colores hermosos en el agua, exclamaría, «¿No es increíble Dios?» Hermana Maria podía encontrar lo SAGRADO en todo. Fue una persona muy amistosa, extrovertida, cálida. Tolerante, generosa y humilde, Hermana Maria estaba, sobre todo, dedicada a la oración. El Padre Nuestro fue su manera favorita de hablar con su Creador, alabándolo y pidiendo Su ayuda.

Hermana Maria fue como Madre Catalina McAuley, nuestra fundadora, en muchas maneras. La hospitalidad fue muy importante para ella y siempre hacía que las personas se sintieran bienvenidas y les daba lo que necesitaban. En esta manera, se parecía a Madre McAuley.

En sus últimos años, Hermana Maria no estaba sin sufrimiento ni dolor. Su oración de consuelo durante esos tiempos era una línea del Suscipe de Madre McAuley: «Concédeme Redentor lleno de Misericordia, que lo que tú ordenes o permitas, me sea aceptable». Hermana Maria corría a la cruz a menudo para conversar con el Jesús sufriente. Quería compartir su pasión porque fue un acto generoso de amor.

Todas las personas que conocían a Maria sabían que era aventurera. Mientras crecía, se subía a los árboles de coco, se subía a los carritos de juego y manejaba muy rápidamente.  Fue una cocinera maravillosa y le encantaba preparar barbacoas. También tenía muchos otros intereses. La televisión le dio una manera de descubrir la bondad y maravilla de Dios.  Se maravillaba con la belleza de la naturaleza presentada en el canal Discovery, en especial al ver muchos tipos de animales que Dios creó, como lagartos gigantes o jirafas de cuellos largos o babuinos de caras graciosas.

Además de servir a niños pequeños en las guarderías de la comunidad, Hermana Maria enseñaba clases de catequesis en el Centro de Cuidado de la Misericordia (CCM) en Oka, Tamuning, donde sus oraciones se convirtieron en acciones muchas veces. Empujaba a otras hermanas en sus sillas de ruedas afuera del CCM para que disfrutaran el aire libre y el sol o ayudaba a comer a personas que no podían hacerlo solas. Hermana Maria tenía «un corazón de oro» y siempre hacía cosas para otras personas. Estaba muy enfocada en la comunidad y atesoraba la familia y amistades, tomando en serio las palabras de Madre McAuley, «La tierna misericordia de Dios nos ha dado las unas a las otras».

Hermana Maria fue Hermana de la Misericordia por 57 años, amando y cuidando. Y, dando de sí misma. Por seguro vivió la máxima de Madre McAuley para sus hermanas: «Debemos ser lámparas que brillan y dan luz a todas las personas alrededor». Hermana Maria fue esa lámpara brillante cuya luz no se apaga porque ella la pasó a otras personas con su sonrisa y maneras tiernas de ser.