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Por Hermana Honora Nicholson 

«¡Oh Radiante Amanecer, 
esplendor de la luz eterna y sol de justicia: 
ven y alumbra a las personas sumidas en tinieblas y en sombras de muerte!». 

Hace poco Netflix añadió una nueva serie a su programación titulada «Toda La luz que no puedes ver» (All the Light You Cannot See, original en inglés). La serie se basa en la novela del mismo nombre escrita por Anthony Doerr y gira en torno a dos personajes principales: una joven francesa, ciega, Marie-Laure LeBlanc, que se refugia en la casa de su tío en Saint-Malo, ocupada por la Alemania nazi, y Werner Pfennig, un joven alemán que es aceptado en una escuela militar por sus habilidades en tecnología de radio. 

De niños, tanto Marie como Werner quedan cautivados por un «profesor» que transmite ilegalmente por la radio a altas horas de la noche. A medida que sus mundos se volvían cada vez más sombríos y desesperanzados con el comienzo de la Segunda Guerra Mundial, las palabras del profesor les daban consuelo y esperanza. Le escuchaban atentamente mientras les aseguraba con cariño que «la luz más importante es toda la luz que no podemos …; incluso en la más completa oscuridad, sigue habiendo luz…». 

En un momento especialmente oscuro, cuando Marie y su padre huyen de París ante la invasión del ejército alemán, ella dice: «A veces siento como si todo el mundo se hubiera vuelto loco al mismo tiempo». Y continúa reflexionando: «En esta época de estúpida oscuridad, en esta época de viejos ridículos invadiendo ciudades, robando pueblos enteros como niños bravucones, intentaré recordar algunas de las cosas que dijo el profesor para poder compartirlas. Porque nos dijo que confiáramos siempre en que la luz sí prevalece».  

«A veces tengo la impresión de que todo el mundo se ha vuelto loco al mismo tiempo…». Este es un sentimiento que comparto desde hace algún tiempo cuando escucho los reportes sobre: 

  • Niños en zonas bombardeadas, trasladados a hospitales donde sus cuerpos llevan la marca WCNSF, Wounded Child No Surviving Family. (Niños Heridos sin Familiares Supervivientes). 
  • Bebés prematuros luchando por sobrevivir en lugares en que no disponen de incubadoras. 
  • Bombardeos inhumanos sobre civiles inocentes mientras el mundo observa impávido. 
  • Políticos que anteponen sus propios intereses al bien común. 
  • El repunte de incidentes racistas, antisemitas y homofóbicos. 

Vivimos en un mundo que ansía que el resplandor de la luz eterna brille sobre nuestras tinieblas, sobre un mundo en el que escasean la bondad y la razón. Y en esa oscuridad rezamos hoy la antífona O Oriens, suplicando a Dios que venga a salvarnos y, en respuesta, oímos a «nuestro maestro», Jesús, nuestra Aurora Radiante, el Sol de Justicia, que nos dice: La luz más importante es la que no puedes ver. ¡TÚ eres la luz! ¡Deja que brille tu luz! ¡Sé el cambio que deseas ver en el mundo! Lleva la luz a quienes caminan en la sombra de la muerte con tu «palabra amable, tu mirada compasiva, tu escucha paciente de sus penas». (Catalina McAuley) 

«Siempre hay luz si tan sólo fuéramos lo suficientemente valientes para verla. Si tan sólo fuéramos lo suficientemente valientes para serla». (Amanda Gorman)