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Por Hermana Marilyn King 

«Oh Rey de las naciones y Deseado de los pueblos, piedra angular que vinculas los dos en uno: ven y salva a tu pueblo, que formaste del barro de la tierra». 

¿Qué me dice este título de «Rey de todas las naciones»? Esta antífona tiene un profundo sentido para mí, ¡porque yo nací como una King!» (King es mi apellido en inglés que en castellano significa «Rey»), no de todas las naciones, por supuesto, sino porque soy hija del Señor y la Señora King, y porque nací en el distrito Sunset (Puesta del Sol) de San Francisco. Dicho esto, para la mayoría de los ciudadanos de una democracia, este título de «Rey» en la Antífona O «O Rex Gentium» probablemente necesite algo de explicación. 

Esta antífona comienza proclamando a Cristo no sólo como soberano de una parte geográfica del mundo, sino como centro de toda la creación, soberano de todas las personas. Este mundo de relaciones está centrado en Jesús, no sólo impuesto por Jesús. Esta jerarquía que Jesús encarna está construida sobre Él como su piedra angular. Este Rey de todas las naciones es aquel en quien todos se relacionan, unidos. Este Rey da a cada persona una importancia como parte esencial del todo. Así, la arcilla terrenal de las muchas piedras es moldeada y colocada en la piedra angular de una realidad: el pueblo de Dios, los miembros del reino que se unen bajo el Rey de todos. 

Entonces, ¿por qué la fuente bíblica de la antífona afirma que esta regia piedra angular ha sido rechazada? Siendo esencial para la construcción de una única estructura, ¿por qué es rechazada? 

Como sabemos, gran parte del relato bíblico conduce al rechazo de Aquel que termina clavado en una cruz. De esta pregunta han surgido muchas reflexiones, prédicas y escritos en la tradición de nuestra Iglesia: ¿Por qué Jesús, la piedra angular, fue rechazado y finalmente asesinado? 

Una respuesta a esta pregunta se puede encontrar en la frase de la antífona que estamos analizando aquí: «Tú eres la piedra angular que vinculas los dos en uno». 

Sin duda, la unión con otro tiene muchos aspectos positivos: el compañerismo, el apoyo mutuo, el compartir talentos… por nombrar algunos. Esto es especialmente cierto si el «otro» es Cristo, «el Rey de las naciones». ¿Qué más podemos pedir aparte de estar «unidos a Cristo»? 

Vincularse a otro, sin embargo, no es una tarea fácil. No se produce sin esfuerzo, ya que exige la disolución del «yo» en el otro, la transformación de Muchos, que son únicos y diferentes entre sí, en Uno. Esta remodelación es especialmente difícil porque una parte sustancial del «yo» está compuesta de material terrenal, hecho de arcilla. Con qué facilidad ese material se deshace, se rompe, se desprende de lo que era antes al reconfigurarse en un Otro. El «vincularse con otro» ni siquiera toma en cuenta las complejidades de la personalidad humana, no material. 

En el caso de las piedras que están destinadas a sostener un edificio, vemos que cuando están simplemente alineadas, una junto a otra, todavía no son bloques de construcción. Un «poder superior» tiene que entrar en escena para colocar las piedras de manera que no sean simples piedras, sino bloques de construcción. Este «poder superior» determina qué o quién será la piedra angular. Esta elección de la piedra angular es fundamental para la planificación del edificio, su fuerza y colocación dependen de la habilidad del constructor. Y la antífona de hoy infiere adecuadamente que Cristo, «el rey de las naciones», es este poder superior, la piedra angular que une a los dos en uno, que une a todas las personas de barro en una estructura viva.