Hermana Erencia Saipweirik
Mujer, ¿quién es ella? Ella es un ser creado por Dios y por Dios para dar vida. Ella es dadora de vida y portadora de vida espiritual y física. Tiene un valor y una importancia enorme en nuestras familias y en las sociedades de todo el mundo. Su cuerpo ha sido diseñado para nutrir, alimentar y consolar. Cuando tú comparas la cultura antigua con los mandatos y expectativas bíblicas, el diseño de Dios resulta más liberador para la mujer que las normas culturales. La cultura, antigua y moderna, ha tenido típicamente una visión que menosprecia a la mujer. Las mujeres sirven. Las mujeres hacen el trabajo pesado. Las mujeres deben ser vistas y no escuchadas. Las mujeres no tienen voz en las decisiones.
Por el contrario, en el Jardín del Edén, Dios tenía una elevada visión de la mujer. «Y Dios creó al hombre a su imagen; lo creó a imagen de Dios, los creó varón y mujer» (Gén 1:27). Tanto el hombre como la mujer son portadores de la imagen de Dios. Dios los colocó en el mismo nivel de valía y valor. Ambos son de Dios. Ambos encarnan la gloria y el designio de Dios. Las mujeres forman parte del Reino de Dios tanto como los hombres. Hombres y mujeres deben ser uno. Viven el designio de Dios y han sido creados por igual.
La verdadera igualdad beneficia a todas las personas. Independientemente de dónde vivas, la igualdad de género es un derecho humano fundamental. Todos somos agentes de cambio que compartimos la misma humanidad. Sin importar el género, estamos juntos en esto, dando forma a nuestra vida diaria. Cuando se asocian en el ministerio, el hermoso resultado es una gran fecundidad y alegría.
World Vision afirmó que las mujeres son la columna vertebral de las familias y son cruciales para el crecimiento y el desarrollo de las comunidades. Ellas desempeñan un papel integral en la sociedad y aportan una significativa contribución al mundo. Catalina McAuley pensaba lo mismo cuando dijo: «Ninguna obra de caridad puede producir más bien a la sociedad que la cuidadosa instrucción de las mujeres». Esta cita es elocuente, ya que subraya el impacto transformador que la educación y la capacitación de las mujeres pueden tener en el conjunto de la sociedad.
Pienso ahora en las mujeres más cercanas a mí, en las matriarcas de mi familia y en las familias de las mujeres de mis regiones insulares. No las encontraremos en los periódicos, ni en los libros de historia, ni en ninguna lista local de logros. Más bien se les puede encontrar en nuestros álbumes familiares, en las historias contadas generación tras generación, y en los corazones y las mentes de las personas a las que tocaron.
Lo que más recuerdo de las mujeres de mi familia es que lo han hecho todo: Trabajaron duro, cuidaron de sus hijos y del hogar. Sirvieron en la iglesia y sirvieron a nuestra comunidad isleña.
Mi cultura chuukese/micronesia es hermosa, pero aún debe crecer en su valoración de la mujer. La cultura micronesia está dominada por los hombres. Ellos son los primeros en comer y los primeros en ser servidos. Las mujeres son siempre las segundas. A las mujeres no se les permite tener voz y se les considera irrespetuosas si hablan.
Gracias a Dios, en mi familia me dejaron hablar. Me dijeron que las mujeres tienen una voz importante. Se nos permite hablar y expresarnos siempre que queramos. Mi familia se ha alejado mucho de las prácticas culturales en lo que respecta a los derechos de la mujer y la igualdad.
Pero esto no se limita a la cultura micronesia. He estado en reuniones profesionales en las que los hombres no dejan hablar a las mujeres. En todo el mundo, los cargos directivos siguen estando ocupados mayoritariamente por hombres. Rezo y espero que algún día esto deje de ser así. En la cultura micronesia, se necesita validación cultural; por lo tanto, para que tengamos mujeres líderes, es necesario tener una historia local que no solo lo demuestre, sino que también respalde a las mujeres en roles de liderazgo.
Debemos seguir trabajando en conjunto para crear un mundo en el que las mujeres sean valoradas, respetadas y empoderadas. Debemos seguir abordando los prejuicios inconscientes y las asociaciones implícitas que constituyen una barrera involuntaria y a menudo invisible para la igualdad de oportunidades. A los hombres entre nosotras/os: pueden trabajar junto a las mujeres para lograr la igualdad de género y abrazar relaciones sanas y respetuosas.
Es importante entender realmente quién eres, pero también tener apertura a lo que aprendes; en mi caso, lo que he ido aprendiendo fuera de mi familia y de la cultura isleña ha contribuido a fomentar la inclusión y la igualdad en nuestras comunidades.
A continuación, algunas preguntas para reflexionar sobre el trato que damos a las mujeres en nuestro círculo de vida, en la Misericordia y en nuestro mundo:
- ¿Cuánto valoramos a las mujeres en nuestras vidas?
- ¿Cuánto valoramos y respetamos a las mujeres que trabajan con nosotras/os en nuestros ministerios o profesiones? ¿Las tratamos con respeto? ¿Les damos igual participación en todas las esferas de la vida?
- ¿Damos a las mujeres que forman parte de nuestra vida la oportunidad de hacer oír su voz? ¿Tenemos en cuenta sus puntos de vista a la hora de tomar decisiones importantes que contribuyen a su bienestar y al desarrollo social en general?
- ¿Cómo nos comunicamos activamente con las mujeres en nuestros lugares de trabajo para que se sientan incluidas?
- ¿Qué medidas prácticas has adoptado para reducir las barreras a las que se enfrentan las mujeres, como horarios de trabajo flexibles, conciliación de la vida laboral y familiar, baja por maternidad y trabajo a distancia?