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Preparándonos para la Cuaresma de todo corazón

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Por Hermana Lillian Jordan

La Lectio Divina es una forma de oración bíblica en la que se lee un pasaje de forma pausada y reflexiva, permitiendo que las palabras capten nuestra atención y nos lleguen al corazón. Esta práctica tiene siglos de antigüedad y, aunque es común entre las personas consagradas, ha empezado a ser conocida y valorada entre laicos de todo el mundo. Originalmente era una oración privada, pero más recientemente se está utilizando con gran riqueza en pequeños grupos de personas en la reverente celebración del compartir el propio corazón.

La Lectio consiste en leer un pasaje de las Escrituras del mismo modo reflexivo, planteando una pregunta en cada lectura. En la primera lectura simplemente se pregunta qué palabra o frase llama la atención. La segunda lectura pregunta qué recuerdo o pensamiento suscita la reflexión sobre la palabra o frase. Finalmente, la tercera lectura nos invita a escuchar la manera en que se nos desafía a responder.

A ello sigue un tiempo de integración, expresión de gratitud y una oración final.

La Lectio nos invita a abrirnos a la Palabra de Dios en nuestras vidas mediante una escucha profunda y reverente. Esto, a su vez, nos lleva a una relación más profunda con Dios, que nos ha amado hasta la existencia y se ha entregado a sí mismo por completo.

Con esto como prólogo y modelo, ofrezco la siguiente reflexión entresacada de la primera lectura cuaresmal del libro de Joel 2,12-18.

«Pero ahora, dice el Señor, conviértanse a mí de todo corazón». En este caso, lo único que basta es todo.

A raíz de la segunda lectura de la misma Escritura e impulsada por la pregunta de qué pensamiento o recuerdo tiene para ti la palabra o la frase, pensé en qué persona tan práctica soy, y cómo hay una desventaja en vivir fuera de mi mente en lugar de tomar el riesgo de comprometer plenamente mi corazón. «De todo corazón» habla de una relación vacía de egoísmo y que no retiene nada, una relación que reconoce el amor incondicional e inefable de Dios por mí y por toda la creación, y me obliga a responder de la misma manera.

Para mí, la Cuaresma empezará este año con el reto de vivir de forma más expansiva, de contemplar las maravillas del mundo con alegría y gratitud, al mismo tiempo que me solidarizo con las personas necesitadas y escucho los clamores de nuestra tierra, nuestra casa común.

En esencia, el amor engendra amor. La conciencia del amor incondicional de Dios por mí, a su vez, impulsa mi compromiso de amar a las demás personas y demostrar mi amor de maneras que marquen la diferencia.

Mi reto durante este itinerario cuaresmal es integrar la oración, el ayuno y las buenas obras en mi aliento vital. Las preguntas que me guiarán son:

  • ¿Respondo al amor de Dios «de todo corazón»?
  • ¿Viviré mis actos con una mayor conciencia?
  • ¿Ofreceré todo mi corazón a cambio del don de Dios de sí mismo?
  • ¿Será el lugar en el que vivo un lugar más feliz, las personas con las que hago ministerio se sabrán más valoradas, las personas desconocidas con las que me encuentro serán acogidas, las que dependen de mí se sentirán seguras?
  • ¿Tendré el valor de apoyar a las personas marginadas, de tender la mano a las personas necesitadas, de pedir perdón a quienes he herido, de tratar a la Tierra y a todas las cosas creadas con reverencia y respeto?

La enormidad del amor de Dios por nosotras a lo largo de los siglos es sobrecogedora. ¿Cómo puedo corresponder al amor de Dios de todo corazón? Lo único que basta es todo.

¡Que el poder de la Palabra viva de Dios en nosotras nos lleve a la alegría pascual!