¿Qué Tal Si…?
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Por la Hermana Gloria Heese
«Sean compasivos como es compasivo el Padre de ustedes. No juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán condenados; perdonen y serán perdonados».
—Lc 6,36-37
Para mí, este pasaje del Evangelio va directo al corazón sobre cómo podríamos encarnar la Misericordia en la comunidad. ¿Cómo? Parece obvio: siendo misericordiosas como nuestro Dios es misericordioso, sin juzgar a los demás, sin condenar a los demás, perdonando a los demás, dando a los demás todo lo que podamos dar.
Y nuestra motivación no es porque Dios hará estas cosas por nosotras, sino porque creemos que ser misericordiosas es ser como Dios es —y como queremos ser— y vivir así.
¿Pero cómo dejamos de juzgar? ¿Acaso no somos pensadoras críticas que sacamos conclusiones y tomamos decisiones? ¿Cómo podemos ser verdaderamente misericordiosas como Dios es misericordioso? ¿Qué de aquellas situaciones donde, desde nuestra perspectiva, parecería que alguna en nuestra comunidad no está obrando de una manera misericordiosa como quisiéramos?
Quizá en estas situaciones podríamos «juzgar» las acciones pero no saltar a conclusiones personales sobre la persona involucrada. Creamos en ella. Quizá podríamos confiar en la buena voluntad de la otra persona.
¿Qué piensas al respecto? ¿Cómo terminarías tú la frase «¿Quizá yo podría…».
¿Qué tal si ponemos fin a todas las conclusiones, sin importar cuáles sean? ¿Qué tal si solo estamos presentes y escuchamos? ¿Qué tal si le damos a la otra una medida plena de amor, una ayuda generosa de amor?
¿Cómo piensas que podrías vivir verdaderamente en comunidad y vivir siempre en nuestros valores de la Misericordia?
La reflexión de la Hermana Gloria se basa en las lecturas bíblicas del lunes de la segunda semana de Cuaresma y se adaptó, con permiso, del folleto de Cuaresma de la Comunidad del Oeste Medio Oeste de las Hermanas de la Misericordia.