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Un reconocimiento acertado y emocionante a la libertad de prensa como uno de los grandes baluartes de la libertad

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Por la Hermana Jan Hayes

La entrega del Premio Nobel de la Paz 2021 a dos periodistas fue un reconocimiento evidente sobre la importancia de la libertad de prensa como defensora de la libertad y los derechos humanos. La periodista filipino-estadounidense María Ressa, quien ha recibido muchos premios por su esfuerzo por salvaguardar la libertad de prensa en Filipinas, y el periodista ruso Dmitry Muratov, jefe de redacción del periódico Novaya Gazeta, y asiduo crítico del presidente ruso Vladimir Putin, aceptaron el premio en Oslo el 10 de diciembre. Es la primera vez desde 1935 que el Premio Nobel de la Paz ha sido otorgado a periodistas.

El nombramiento de estos dos reporteros como dignos ganadores de este honor fue emocionante y acertado. Ambos han trabajado en favor de la libertad de prensa y han puesto en gran riesgo sus vidas y su libertad. Desde el año 2000, seis periodistas de Novaya Gazeta han sido asesinados en directa relación al desempeño de sus trabajos, incluida la principal reportera de investigación Anna Politkovskaya. Al ser notificado de este premio, Moratov expresó a los reporteros, «Para nosotros, este premio representa el reconocimiento de la memoria de nuestros colegas».

Después que Ressa fundó el sitio web de noticias Rappler las autoridades filipinas le suspendieron su licencia. Ressa ha criticado abiertamente al presidente (de Filipinas) Rodrigo Duterte. Su desafiante investigación sobre la guerra contra las drogas del gobierno ha ocasionado que Ressa enfrente una dramática posición de desacuerdo con las autoridades. Ha sido detenida varias veces. Tenemos hermanas en Filipinas que viven con ansiedad en torno a esta situación. Ellas, al igual que las Hermanas de la Misericordia de todo el mundo, son guiadas por el Evangelio y animadas por el espíritu de Catalina McAuley para obrar la misión de la Misericordia con una consideración orante de las necesidades de nuestro tiempo.

El florecimiento de los liderazgos autoritarios en todo el mundo en las últimas décadas ha puesto a los periodistas bajo un gran riesgo de detención o muerte durante el desempeño de sus trabajos. Líderes autoritarios como Xi Jinping, Vladimir Putin, Recep Tayyip Erdogan y Mohammed bin Salman, responsables del atroz asesinado del periodista del Washington Post Jamal Khashoggi, no han dudado en desacatar las normas internacionales y la decencia común para eliminar a los reporteros que se entrometen. De acuerdo al Comité para la Protección de los Periodistas, 293 periodistas han sido encarcelados en todo el mundo en 2021, lo que supone un aumento de 13 respecto a 2020. El comité informó que por lo menos 24 periodistas han sido asesinados este año y 18 periodistas murieron en circunstancias «demasiado turbias para establecer si fueron objetivos específicos».

En cualquier proceso de toma de decisiones, ya sea legales o éticas, es esencial que haya una presentación clara de los hechos. Es imposible tomar una decisión justa desconociendo lo sucedido. Eso es lo que hacen los buenos reporteros. Ellos investigan las situaciones dudosas, particularmente cuando las autoridades están implicadas y los derechos humanos han sido violados; además, ayudan a los ciudadanos a «conectar los puntos» al exponer esos hechos y a votar de forma inteligente o tomar medidas necesarias para corregir la situación. Su trabajo es fundamental para proteger la democracia y los derechos humanos; este trabajo está en consonancia con la misión de la Misericordia que busca un mundo más justo e inclusivo.

Cuando James Madison argumentó lo que llegaría a ser la Primera Enmienda de la Constitución de los Estados Unidos y declaró —y los legisladores estuvieron de acuerdo— que «la libertad de prensa, como uno de los grandes baluartes de la libertad, será inviolable».    

Debemos felicitar al Comité del Premio Nobel por su elección.