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Por Hermana Rose Marie Tresp

La ropa que usamos tiene un precio invisible en la vida de trabajadores y en el medio ambiente.    

En un esfuerzo para producir ropa de la manera más barata y rápida, las compañías a menudo recurren a trabajadores en países subdesarrollados, en donde se les paga salarios injustos y trabajan en condiciones parecidas a la esclavitud que contribuyen al ciclo de pobreza.  En fábricas de ropa, puede que se ponga a niños y niñas a trabajar en algunas o todas las etapas de la cadena de suministros, desde la producción de algodón, hilado, hasta los cortes finales y etapas de costura.  

La producción de ropa también crea un impacto ambiental significativo,  como la inmensa cantidad de desechos creada  a medida que las tendencias de  modas más nuevas empujan a las antiguas a los vertederos.  Los textiles modernos también dependen en gran medida de productos petroquímicos que proceden de muchas de las mismas compañías petroleras y de gas que causan las emisiones de gases de efecto invernadero.  De hecho, hoy en día la moda representa hasta el 10% de  las emisiones de dióxido de carbono—más que el transporte aéreo internacional y marítimo combinados, según el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente.  También representa una quinta parte de los 300 millones de toneladas de plástico que se producen cada año en todo el mundo.

Consejo verde:

Compra ropa de segunda mano para evitar que los textiles acaben en los vertederos y reducir la demanda por plásticos en la moda.  Si cada persona compra un prenda de vestir de segunda mano al año en lugar de ropa nueva, esto representaría las emisiones de gases de efecto invernadero equivalentes a sacar a ½ millón de automóviles de las carreteras.