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Una reflexión frente a la tumba vacía

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Para Cuaresma este año hemos pedido a ocho hermanas y asociadas/asociados que reflexionen en las Bienaventuranzas y el modo en que podemos incorporar cada una en nuestro caminar personal de Cuaresma. Habrá más reflexiones publicadas el Miércoles de Ceniza, Domingo de Ramos, Jueves Santo y Pascua.

Por la Hermana Rosario R. Maulas

«Este es el día en que actuó el Señor: ¡vamos a festejarle y a celebrarle!» (Salmo 118, 24)

¡Así es. Hoy es un día de regocijo, porque Jesús se ha levantado de entre los muertos! El Evangelio de este Domingo de Pascua (Juan 20, 1-9) nos habla del descubrimiento que hacen los discípulos de la tumba vacía. Termina diciéndonos que ellos no podían entender que Jesús había resucitado de entre los muertos. Los detalles nos invitan a reflexionar sobre el más maravilloso regalo de la fe en Jesús y en su resurrección.

A joyful image celebrating Easter and the empty tomb
Para la serie de blogs de las Hermanas de la Misericordia sobre la Cuaresma 2021, la artista y escritora Hermana Renee Yann creó imágenes que evocan el espíritu de las Bienaventuranzas y el bendito recorrido Cuaresmal, desde el Miércoles de Ceniza hasta el Domingo de Pascua. Aquí, ella describe su inspiración.

Cuando reflexiono sobre la tumba vacía, para mí esta representa un signo de vida nueva y un nuevo comienzo, pues todo se ha vaciado. Significa el morir de mi antiguo yo y el comienzo de una vida renovada. Una vida de plenitud y santidad. Una vida centrada en Cristo y en los demás.

Cuando estaba preparando esta reflexión pascual, recordé mi experiencia como hermana profesa temporal durante mi inmersión misionera con el Equipo Misionero Itinerante Redentorista (RIMT, por sus siglas en inglés) en las remotas zonas montañosas de mi país, Filipinas. Mi comunidad de misiones estaba constituida por indígenas y colonos provenientes, en su mayoría, de otras partes del país que habían venido a vivir en esta área. La mayoría se dedicaba a la agricultura y eran muy pobres. Permanecí con ellos tres meses y conviví con la comunidad en su día a día compartiendo la comida, orando juntos, compartiendo nuestra fe y celebrando la liturgia, la Palabra de Dios.

La experiencia más memorable y vivificante que tuve allí fue la culminación de la misión, cuando festejamos la Vigilia Pascual. Hicimos un peregrinaje a pie hasta la parroquia, a dieciocho kilómetros de distancia, para participar de la celebración. Al pasar por algún caserío, sus habitantes se unían a nosotros de manera que el número de peregrinos fue creciendo cada vez más. Llegamos a la parroquia alrededor de las cinco de la tarde portando nuestras antorchas encendidas. Mientras caminábamos, rezamos el santo rosario y entonamos canciones marianas. El número de congregados llegó a casi 700.

Fue muy conmovedor celebrar la resurrección de Jesucristo con una comunidad de creyentes en mi zona de misión. Fue como un viaje a la tierra prometida con el amor incondicional del Señor, con Su protección frente a todas las formas de peligro y Su presencia en la vida de los israelitas, tal como lo podemos encontrar en la vigilia de Pascua.

A pesar de que siempre hay sufrimientos en esta vida –como es el caso de la pandemia global que estamos experimentando actualmente— la resurrección de Jesucristo nos trae fe y esperanza de que esta crisis pronto terminará, y que nosotros, también, experimentaremos esa resurrección.

Para terminar mi reflexión, quisiera citar esta homilía del Padre Antony Kadavil del Domingo de Pascua de 2018:

«La Pascua es la fiesta que nos da esperanza y ánimo. En este mundo de dolor, tristeza y lágrimas, la Pascua nos recuerda que vale la pena vivir. Es nuestra fe en la Presencia Real del Jesús resucitado en nuestras almas, en Su Iglesia, en el Santo Sacramento y en el Cielo lo que da sentido a nuestras oraciones personales, así como a las comunitarias. Nuestra confianza en la presencia omnipresente del Señor Resucitado nos da la fuerza para luchar contra las tentaciones y nos libera de preocupaciones y temores innecesarios».