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Por la Hermana Brenda Peddigrew

Cuando Catalina se fijó en el panel de la ventana cruzado
de su dormitorio de Coolock, sin duda contemplando una larga noche,
perdida en el sentido de su vida, vio, como si se abriera un portal hacia Dios,
lo que había que hacer, lo que anhelaba hacer
por los pobres, los enfermos y las mujeres víctimas de su mundo.
.

Ella abrió esa puerta para miles
llamándonos, a través del portal de esa ventana, a rendirnos a su visión
de permitir que Dios utilice nuestras manos y nuestros pies, nuestros ojos, nuestros corazones y nuestras almas,
para hacer realidad una nueva forma de transformar el mundo.

¿El mundo? Una persona, un grupo rezagado, una
institución longeva en el mundo, que es, al fin y al cabo, un holograma:
cambia una pequeña cosa y el mundo entero camb
ia.

Con Catalina velando en mi corazón orante, encontré mi ministerio de transformación.

Dentro y fuera,
mientras mantengo mis ojos colaboradores
fijos en su panel cruzado en la ventana de Coolock,
acompaño a personas y grupos
que anhelan hacer realidad
lo que aún no se puede ver,
que aceptan que la transformación es obra de Dios,
no es sólo nuestra, ni siquiera principalmente,
y que están dispuestas
a salir de lo familiar, de la comodidad,
fuera de la seguridad,
en la oscuridad desconocida
sólo con la luz de Dios.
.

Catalina sabía que no quería que sus mujeres
vivieran como las demás órdenes de su tiempo.”
Sabía que algo más estaba naciendo en ella
y ella confió, a través de toda su ansiedad, confió,
sin ver mucho más allá de un momento a la vez.
No jugó a los juegos del doble pensamiento ni participó
en las luchas de poder de su tiempo. En su lugar,
actuó sobre la verdad elemental que vio
en el panel cruzado de su ventana de Coolock
o sentada bajo el nogal
en el jardín de Coolock.

El ministerio de la transformación implica
muchos «tropiezos» como los que experimentó Catalina,
y —como ella— trato yo de mantener mi corazón
«siempre en el mismo lugar», como dijo con tanta ligereza:
«centrado en Dios, por quien sólo
avanzamos o nos detenemos».

Las formas cambian, como vio Catalina. Con o sin nosotras,
e incluso con nuestra planificación más cuidadosa, cambian,
o —como dijo Rumi— «las lámparas son todas diferentes
pero la Luz es la misma».
Mi ministerio es el de partera de la transformación
para señalar la Luz
que podría perderse al aferrarse a viejas formas
y bailar —como hizo Catalina—
con el deleite de lo nuevo.

Brenda Peddigrew, RSM (NL)
(Mientras miraba por la ventana de Catalina en Coolock, julio de 2015)