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Vínculo de Misericordia nacido en un jardín de infancia: antigua alumna cuida a su maestra jubilada de 103 años 

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Por Catherine Walsh, redactora principal 

Hermana Mary DePazzi Socha celebró hace poco un acontecimiento notable: su centésimo tercer cumpleaños. Poco después, ella y su antigua alumna de jardín de la infancia, Hermana Maureen Jessnik, de 77 años, se sientan a conversar sobre su amistad, que comenzó en 1952 en la antigua escuela de Santa Ágata en Brooklyn, Nueva York. 

«Tú fuiste la primera Hermana de la Misericordia que conocí. Eras muy amable», dice la más joven. Su antigua maestra responde riendo: «Eras tan mona y tenías tantas ganas de aprender». 

Hoy, estas amigas están unidas de muchas maneras. Las dos celebran este año un aniversario especial de su vida religiosa, junto con docenas de otras. Hermana DePazzi es jubilar desde hace 85 años y la de más edad en la Comunidad que celebra este hito, y Hermana Maureen es jubilar desde hace 60. 

Les gusta mucho hablar de sus vidas como Hermanas de la Misericordia, especialmente ahora que sus papeles se han invertido: hoy la más joven cuida de su antigua maestra. Viven a pocos kilómetros de distancia y el personal del centro de atención especializada sabe que puede llamar a Hermana Maureen en cualquier momento. «Parece obra del azar el que haya podido establecer lazos tan profundos con ella –dice Hermana Maureen–. Es un gran regalo». 

Al entrar a la habitación de Hermana DePazzi, las visitantes se encuentran rodeadas de obras de arte que ella ha pintado: estanques, campos, pájaros y un perro. En la pared cuelga una foto de su madre cuando era adolescente, tomada en la década de 1890. «Me parezco a ella», dice sonriendo. 

Hermana DePazzi tiene hoy un buen día, con los retos que conlleva habitar un cuerpo centenario temporalmente a raya. El día anterior asistió a la fiesta de cumpleaños de las ocho centenarias de la residencia; todavía está animada y peinada. Cuando se le pregunta por qué se hizo hermana católica, reflexiona sobre su vocación. «Cuando era pequeña, mis maestras eran Hermanas de la Misericordia. Todas eran encantadoras». 

Florence Socha, quien más tarde llegara a ser Hermana DePazzi, posa para su retrato del Día de su Primera Comunión, 28 de mayo de 1928.

Nacida el 15 de marzo de 1921, Hermana DePazzi fue la octava de once hermanos. Sus padres la llamaron Florence. Su padre trabajaba en una fábrica de cerveza mientras su madre cuidaba de la familia, y la iglesia era el centro de sus vidas. Florence ingresó en las Hermanas de la Misericordia en 1939 en Syosset, Nueva York, y adoptó el nombre de DePazzi en honor a una monja carmelita y mística italiana del siglo XVI. Fue profesora y bibliotecaria antes de retirarse en 1991 a un ministerio de oración y ser presencia para las demás, que aprecian sus notas y su alegría. Cultivó verduras para su Comunidad hasta que el trabajo de jardinería se le hizo arduo.   

Retrato de la clase de jardín de la infancia, octubre de 1952. La pequeña Maureen Jessnik está en la tercera fila, tercera desde la izquierda.

«Te contagiaste de la habilidad de tu madre para tratar con los niños», le dice riendo Hermana Maureen al recordar aquella clase del jardín de la infancia. «Hacías que aprender fuera divertido. Tenías claro qué esperar de los niños y tenías una rutina tranquilizadora. Todas nos sentíamos cómodas y seguras». 

La antigua profesora recuerda aquellos días con cariño. «La mejor clase que tuve fue cuando Maureen Jessnik era una de mis alumnas». 

También tiene recuerdos felices de ver a sus alumnos trepar por la ventana del aula para ir al recreo –el aula se encontraba en la planta baja– y subirse a un gimnasio jungla cubierto. «Era una alegría para ellos», ríe. Y luego, estaba la niña de preescolar cuyo padre le había enseñado a leer el periódico, una hazaña que impresionó tanto a su profesora que le pidió que leyera en voz alta a la directora. 

Hermana Maureen Jessnik es una profesora de secundaria en esta foto en 1975.

Hermana Maureen reflexiona: «Ella nos enseñó lecciones de vida: cómo respetar los turnos y levantar la mano, cómo ser amables, cómo limpiar y guardar las cosas, cómo hacerlo lo mejor posible, cómo descansar. Nos enseñó a rezar. Nos dio una educación de Misericordia buena y humana, y progresamos gracias a ella». 

Ser maestra de la Misericordia inspiró a Hermana Maureen el llamado a la vida religiosa y al ministerio de la enseñanza. Entró en la Comunidad en 1964, también en Syosset, y enseñó a jóvenes antes de encontrar su camino hacia la educación de adultos y el ministerio pastoral. En los últimos años, ha servido a la Comunidad de la Misericordia, atendiendo a las hermanas que le enseñaron y formaron su vida. 

Hermanas DePazzi Socha y Maureen Jessnik posan frente a una obra de arte de la hermana mayor, 19 de abril de 2024.

«Tenemos una maravillosa tradición en la Misericordia de cuidar a nuestras hermanas mayores», dice, y esas conexiones intergeneracionales son uno de los sellos distintivos de la Comunidad. «Ser Hermana de la Misericordia es relacionarse y prestar atención a quien lo necesite. Es una alegría entrar en esta corriente de Misericordia, de las que han venido antes que tú y las que vendrán después, haciendo la obra de Dios. Es una bendición». 

Ahora las Hermanas DePazzi y Maureen celebrarán sus jubileos en la capilla del convento de Syosset, Nueva York, adonde ingresaron e hicieron votos. Celebrarán con las hermanas de todo el mundo que el «Círculo de la Misericordia es eterno», en palabras de una querida canción. ¡Que Dios las bendiga abundantemente!