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Para responder a los desafíos de estos tiempos, empezamos por escuchar profundamente las experiencias de las personas traumatizadas y más afectadas por el extractivismo y nuestras propias experiencias. Reflexionamos y aprendemos de estas experiencias colocándonos bajo una nueva luz. El proceso de transformación comienza cuando experimentamos lo inesperado en nosotros mismos y en la vulnerabilidad del otro.

Estos encuentros internos y externos alteran nuestras maneras habituales de pensar y actuar. Empezamos «a ver lo que hemos hecho invisible». De hecho, cuando somos «quemados por una experiencia», nos vemos obligados a cambiar y dirigirnos hacia un cambio sistémico. Comenzamos a darnos cuenta de que los pequeños pasos de nuestra propia transformación nos mantienen involucradas personalmente en nuestras decisiones comunitarias más grandes. Una voz profética y comunitaria no es suficiente en un mundo en el que la oferta y la demanda conforman las fuerzas que atrapan a los vulnerables.

Entre los vulnerables se encuentran los pueblos indígenas rurales que luchan contra la contaminación de sus aguas, tierras y aire por parte de las empresas; la población urbana empobrecida económicamente que lucha por adquirir los alimentos diarios; y los refugiados que huyen de situaciones desesperadas a menudo atrapados en espacios fronterizos. No puede pasar desapercibido que la mayoría de estas comunidades son afroamericanas, indígenas y otras personas de color. La Tierra es particularmente vulnerable, asfixiada por el brusco consumo humano y la codicia multinacional.

Llamado de Dios a una Nueva Conciencia: Conversaciones sobre el Extractivismo

Nuestras conversaciones sobre el extractivismo nos llaman a buscar una unión más intensa con Dios a través del diálogo contemplativo y un proceso cíclico de transformación. En este tiempo de kairós, Dios nos reúne para hacer oír nuestra voz profética. Al entrar en diálogo unas con otras, buscamos aprender más sobre el extractivismo y los sistemas que lo mantienen y sus efectos, y avanzamos hacia una transformación que nos lleva a la acción común. A través de nuestra acción profética comunitaria, nos desafiamos a nosotras mismas: ¿Cómo elegimos permanecer juntas como un todo en el grave problema del extractivismo?

Nuestras conversaciones adoptan un enfoque integral, comprometiéndonos de tres maneras:

  1. escucha profunda en la que escuchamos experiencias personales y comunitarias relacionadas con los efectos del extractivismo en la vida;
  2. reflexión profunda basada en nuestra teología y nuestro análisis social sobre estas experiencias y las causas y efectos fundamentales del extractivismo; y
  3. transformación profunda al discernir cómo actuar en este momento.

Nos basaremos en perspectivas interculturales e interdisciplinarias que desplazan el poder de las visiones del mundo y teologías occidentales dominantes. Buscaremos involucrar todo el cuerpo: mente, corazón, carne, manos y pies, entendiendo que el conocimiento no se localiza exclusivamente en la cabeza, tampoco en hechos y cifras y datos científicos. Somos convocadas a escuchar las historias que nos revela todo nuestro cuerpo. Aún así, no podemos desestimar los datos empíricos, ya que esta información nos muestra lo que nuestros cuerpos no: el veneno invisible en el río cristalino mientras baja de la montaña, las toxinas invisibles del aire que no oscurecen la vista de los árboles verdes que se balancean o los contaminantes ocultos en una manzana deliciosa y crujiente.

Comenzamos escuchando profundamente la experiencia (nuestra realidad vivida y la realidad vivida desde la perspectiva de los pueblos, comunidades y la Tierra, todos afectados por las industrias extractivas). La escucha profunda implica escuchar con el corazón. Al reflexionar sobre estas experiencias avanzamos más hacia lo profundo. La reflexión profunda implica dejar de lado las ideas y normas preconcebidas para poder abrirnos a las formas de interpretación de la realidad de los demás, lo que nos obliga a profundizar en la comprensión de las causas fundamentales y los efectos reales del extractivismo. Juntas basaremos nuestra mirada en la teología ecofeminista de la liberación en lugar de la mirada teológica dominante del Norte global. Esta mirada nos hace salir de los límites y dominaciones de los procesos analíticos occidentales para incluir sabiduría, experiencias y medios (por ejemplo, arte, poesía, cuentos y canciones) significativos para quienes viven en los márgenes de la sociedad. La perspectiva de una teología ecofeminista de liberación se ha levantado desde el seno del sur global en su lucha contra las intervenciones del norte global, y nos obligará a ver de maneras diferentes.

Escuchando y reflexionando profundamente, identificamos las maneras en que somos llamadas a responder. Nos comprometemos con los deseos de Dios para una comunión más profunda entre nosotras y Dios, una comunión más profunda con nuestro prójimo, especialmente con las personas que han sido empobrecidas por las industrias extractivas, y una comunión más profunda con la Tierra y toda la creación. A través de este proceso, continuamente somos llamadas a un cambio, personal, comunitario y corporativo, para ser solidarias y responder a las necesidades de los vulnerables y marginados. Trabajar verdaderamente para ser una institución antirracista requiere de una recentralización de las historias y experiencias que impulsan nuestra toma de decisiones, una transformaciónverdaderamente profunda.

Este triple proceso requiere escucha profunda, reflexión profunda, y transformación profunda y nos obliga tanto a nivel personal como comunitario a responder al llamado de Dios para una nueva conciencia. No es una progresión lineal, sino un movimiento circular que se profundiza escuchando y reflexionando, y volviendo a nuestras experiencias, y profundizando aún más a medida que el ciclo progresa a través de nuestra conversación juntas y llegamos a un lugar de transformación.

La resistencia al cambio y el poder de los hábitos

La resistencia al cambio, el poder de los hábitos y nuestro apoyo a los sistemas de explotación son algunos de los mayores obstáculos a los que nos enfrentamos mientras intentamos transformarnos a nosotras mismas, nuestra comunidad y nuestro mundo. Para efectuar un cambio verdadero, necesitamos comprender e iniciar el cambio y la transformación dentro de nosotras mismas mientras buscamos también el cambio y la transformación en el mundo. No podemos desafiar al extractivismo si al mismo tiempo lo apoyamos con nuestros hábitos diarios. El miedo y la complejidad de la cuestión pueden paralizar nuestras respuestas, a menos que sigamos el ejemplo de los más afectados y sus respuestas creativas que ya están en marcha para abordar los problemas del extractivismo. En pocas palabras, hay esperanza y un camino a seguir.

Como Misericordia, renovamos continuamente el compromiso con nuestros Asuntos Críticos: La Tierra, la inmigración, la no violencia, el racismo y las mujeres. Diariamente nos desafiamos a nosotras mismas a reflexionar sobre nuestras formas habituales de pensar y actuar y, a veces, elegimos dejar de lado hábitos viejos y formar otros nuevos que sean beneficiosos para el bien común. Nos comprometemos en esta transformación personal cuando rezamos, elegimos lo que compramos y cómo vivimos nuestras vidas cotidianas y dónde decidimos invertir de manera colectiva; nos educamos a nosotras mismas y a los demás para abordar nuestros Asuntos Críticos; abogamos con legisladores y dirigentes; e invertimos nuestros recursos para lograr un cambio sistémico.

Profundizar nuestro compromiso para transformar el estilo de vida

En el 2019-2020 se revelaron dos crisis medioambientales graves de nuestros tiempos. En el 2019 los incendios en la selva amazónica, conocida como el pulmón del planeta, aumentaron. La tierra, impulsada por intereses económicos, fue y sigue siendo desmantelada para actividades ganaderas y extracción de minerales. La primera carretera construida en lo profundo del Amazonas ha preparado el terreno para la destrucción masiva de bosques antiguos y la intrusión sustancial en tierras de pueblos indígenas. Los horrores perpetrados a las comunidades indígenas condujeron al llamamiento del papa Francisco para el Sínodo del Amazonas (6-27 de octubre de 2019). Los obispos se reunieron para escuchar los ruegos de la gente que vivía y trabajaba en el Amazonas. La iglesia se vio llamada a nuevos caminos de transformación.

A principios de marzo 2020, nos enfrentamos a la crisis sin precedentes de una pandemia mundial. Un nuevo coronavirus (COVID-19) asechaba al mundo. Nuestros hábitos diarios fueron afectados y nos vimos forzados a desarrollar nuevos comportamientos. Mientras estábamos obligados a quedarnos en casa, la Tierra se recuperaba de a poco debido a nuestra falta de actividad en ella. La reducción de las emisiones de gases en todo el mundo dio lugar a un aire más limpio, devolviendo las vistas de nuestro mundo antes oscurecidas por la bruma. Pero los comportamientos que adoptamos hoy pueden no ser hábitos nuevos eco amigables con la Tierra una vez que desaparezca el COVID. Y de esa manera, el calentamiento global seguirá su curso.

La densidad de la población humana y su necesidad de alimentos y energía se intensificará a medida que la destrucción del mundo natural aumente. Los humanos y sus comunidades insistirán en sobrepasar los límites e invadirán los hábitats de la vida silvestre. Como resultado, veremos no sólo la destrucción de tierras naturales y bosques como vimos en el Amazonas, sino una amenaza continua y un aumento en la frecuencia de virus más mortíferos que se originan cuando los humanos y los animales domésticos «se reúnen» con la vida silvestre. Virus tales como el MERS y el SARS, y probablemente ahora el infame COVID-19, se han vinculado de alguna manera a encuentros entre humanos con murciélagos. Hoy en día, el COVID-19 amenaza a comunidades afroamericanas e indígenas con tasas alarmantes de infecciones y muertes.

Es probable que los virus cambien nuestro mundo más aún en los años venideros, mientras que el cambio climático y la actividad humana sigan alterando los ecosistemas.

Una tercera crisis, aunque no una realidad nueva, nos desafía. El movimiento Black Lives Matter ha puesto en tela de juicio el racismo sistémico que existe hace tanto tiempo en los Estados Unidos y, en particular, el racismo perpetrado contra las comunidades afroamericanas. La violencia racial, primero alimentada por la brutalidad histórica de la esclavitud, fue seguida por las leyes de Jim Crow y los multitudinarios linchamientos que dieron fuerza al racismo sistémico y a la segregación racial. El movimiento Black Lives Matter hace visibles las persistentes formas de racismo que aún están presentes en nuestros días, especialmente el racismo inherente a nuestros sistemas judicial y policial. El racismo medioambiental y el racismo incrustado en las estructuras financieras y en el modelo de desarrollo extractivo se ven reflejados en viviendas asequibles y escuelas que sirven a las comunidades afroamericanas generalmente ubicadas en antiguos vertederos de productos químicos y residuos. En una zona denominada Callejón del Cáncer, industrias de Louisiana siguen diezmando la salud de las comunidades afroamericanas a lo largo del río Mississippi. Las condiciones de salud subyacentes y la falta de acceso a una atención médica asequible suman a los efectos del racismo sistémico. Los afroamericanos han muerto en números desproporcionados a causa de COVID. Miles de personas se han unido al movimiento Black Lives Matter para desafiar estas formas de racismo estructural, sistémico y ambiental.

Al luchar contra la destrucción del Amazonas y el COVID, y al unirnos al desafío de abordar el racismo personal y sistémico, nos enfrentamos también a las fuerzas sin paliativos de las industrias extractivas. El extractivismo desenfrenado toma muchas formas, y afecta a toda la red de ecosistemas, incluyendo el nuestro. La extracción de minerales y energía, o de mano de obra humana (monocultivos), o de miembros de la comunidad de la vida perturba gravemente e incluso destruye ecosistemas. Derivan en el envenenamiento del agua, la tierra y el aire y el desplazamiento de comunidades enteras. Los más vulnerables (la tierra, los trabajadores, los desplazados, etc.) son considerados prescindibles, pero el mayor daño lo sufren los ya marginados por la raza, etnia y el dinero. La extracción de minerales y energía no se puede reponer. No hay un ciclo de vida, no hay plantación ni replantación del ciclo alimentario, sólo existe la explotación de los recursos limitados de la Tierra. Con el extractivismo, los ecosistemas seguirán cambiando radicalmente, incluso destruyéndose, acelerando la emergencia climática y sus efectos.

Mientras luchamos para hacer frente a nuestra emergencia climática, al COVID, al racismo y al extractivismo desenfrenado, debemos seguir comprometiéndonos con las conversaciones y decisiones difíciles y la reformulación de nuestro entendimiento. Es muy difícil cambiar valores y hábitos y sostener nuevos cuando lo hacemos sin apoyo y cuando escuchamos predominantemente a la voz más fuerte y a las industrias extractivas que siguen defendiendo el negocio de las extracciones. Es importante compartir el proceso por el que nos desafiamos y cambiamos, pero hacerlo de una manera que nos inspire. Es el cambio lo que nos inspira y nos mantendrá comprometidas y entusiasmadas, mientras que el cambio por miedo y ansiedad sólo servirá para paralizarnos.

Estamos en un nuevo tiempo de kairós. Debemos despertar o arriesgarnos a perder algo para siempre. Este rincón de esperanza nos impulsa a avanzar para no quedarnos estancadas en el miedo y la ansiedad. Nos regocija recordar que hemos estado aquí antes y podemos hacerlo de nuevo. Esta vez profundizamos en nuestras transformaciones; esta vez buscamos una transformación más profunda. Comenzamos explorando los valores e inspiraciones subyacentes que ya nos han hecho cambiar alguna manera habitual de pensar y actuar. Nos preguntamos: ¿De qué maneras hemos cambiado y profundizado nuestra conciencia a favor del bienestar de la Tierra? ¿De qué maneras nuestras acciones presentes han llevado a cambios más profundos?

Llamado a una Nueva Conciencia: El Camino de la Transformación

Como comunidad, continuamente nos hemos comprometido a profundizar nuestro compromiso con la transformación. Anhelamos vivir en una relación buena con todos los pueblos y con toda la creación y esto nos obliga a buscar una nueva manera de ver, una nueva conciencia. En este momento, somos parte de un sistema global que perpetúa los efectos destructivos de las industrias extractivas junto con su devastador impacto en las personas, comunidades y la Tierra. El negocio principal y el modelo de desarrollo extractivo de empresas de combustibles fósiles y empresas mineras son intrínsecamente peligrosos para las personas, comunidades y la Tierra. Tiene efectos devastadores en el agua, la tierra, el aire, la biodiversidad (80% de pérdida a nivel mundial), en la propia fuerza vital de la Madre Tierra. Es una de las causas principales de nuestra crisis climática. El respeto a nuestra interdependencia con toda la creación es destruido por las industrias extractivas.

Los pueblos indígenas, que han vivido durante miles de años en las tierras de la actual América Latina, son víctimas del extractivismo. Han sufrido amenazas de muerte, asesinatos de líderes y familiares queridos, junto con la destrucción y el envenenamiento de su tierra, aire y agua. Comunidades enteras han sido forzadas a abandonar sus hogares y tierras. Las comunidades afroamericanas, mestizas e indígenas de Estados Unidos deben elegir entre su propia salud física o tomar decisiones, a veces económicamente imposibles, de abandonar una zona cuando las empresas de combustibles fósiles toman decisiones sin tener en cuenta el impacto medioambiental.

El llamado a una nueva conciencia es desafiante. Implica salir de nuestras estructuras habituales de pensamiento y acción para muchas de nosotras impulsadas por el pensamiento y modelos económicos occidentales. Implica involucrarse en nuevas experiencias que nos inquieten y llamen a escuchar profundamente lo que provocan en nuestro interior. Y nos llama a examinar de manera crítica las ideologías, prejuicios y suposiciones que forman nuestra visión del mundo.

Las preguntas emanan de nuestros corazones: ¿Por qué es difícil salir de mi zona de confort? ¿Qué me mantiene allí? ¿Qué me atrae si me dejo llevar? ¿Qué me da alegría cuando elijo de manera diferente? ¿De quiénes son las historias que no escucho? ¿Qué me demanda un compromiso con la integridad climática en este momento? Nos llama a una solidaridad más comprometida, especialmente con los afroamericanos, indígenas y la gente de color, que se ven afectados desproporcionadamente por las industrias extractivas. Nos demanda reclamar la reivindicación de nuestra interdependencia y armonía con la Tierra y comprender profundamente el impacto devastador de las industrias extractivas en el florecimiento de toda la comunidad de la vida.

El camino hacia una nueva conciencia nos expone de maneras vulnerables para que podamos escuchar, centrar y responder a los gritos de los pobres y de la Tierra. En este camino de pequeñas transformaciones, nos encontraremos cambiando nuestras formas habituales de comprender, pensar y actuar. El cambio sistémico no comienza con una gran transformación; comienza con una nueva comprensión y estas pequeñas transformaciones. Mientras avanzamos para hacer oír nuestra voz profética y comunitaria junto con nuestras acciones proféticas, recordamos que una transformación más profunda debe ser sostenida por nuestra solidaridad con los más afectados por las industrias extractivas y por una comunidad comprometida y solidaria. Este tipo de transformación profunda nos llama a vivir juntas de una manera más consciente a nivel individual, comunitario y corporativo.

Entonces, ¿cómo comenzamos este camino hacia una nueva conciencia? ¿Y cómo potenciaremos nuestra nueva conciencia a través de actos de solidaridad con la Tierra y sus pueblos sufridos?