Por Jo Ann Kelly, Asociada de la Misericordia
Mi amiga y yo fuimos a la sala Pablo VI junto con 200 personas discapacitadas congregadas para ver al Papa, aunque nosotras no sabíamos eso en el momento. Cada persona en silla de ruedas estaba permitida ir acompañada por otra. Pensamos que estaríamos afuera en el intenso sol de verano y el calor, pero nos sorprendimos cuando nos hicieron ir al interior, por la Guardia Suiza.
Después de la emoción de que nos pusieran en un lugar mirando al estrado, nos imaginamos que lo podríamos ver y escuchar durante la audiencia Papal del miércoles afuera de la Plaza de San Pedro. ¡Había una gran pantalla de televisión dentro de la sala donde lo podríamos ver, ya que no podríamos verlo en su papamóvil!
Sin embargo, después de poco tiempo, el Papa Francisco caminó hacia el estrado con el P. Georg Ganswein, su secretario y varios guardias de seguridad. Nos saludó, rezó un Avemaría con todos nosotros y luego bajó las escaleras del estrado al área donde estábamos sentados. Las primeras dos filas estaban llenas de adultos y niños, incluso muchos con ELA (esclerosis lateral amiotrófica) y respiradores. Estaban también los más discapacitados al frente. En ese momento, jamás nos imaginamos que el Papa Francisco saludaría a cada uno, incluyendo a mi amiga y a mí, que estábamos sentadas más atrás en la sexta de ocho filas. Sin embargo, saludó a cada persona en el área de discapacitados, deteniéndose para platicar o bendecir a cada persona.
Fue un momento muy emotivo para todos en la sala. Hombres y mujeres derramaban lágrimas al ver al Papa Francisco moverse entre la sala. Le pidió a mi amiga que rezara por él. No recuerdo qué me dijo a mí, pero siempre recordaré que con sus dos manos tomó la mía y yo le agradecía con pocas palabras y hablando lentamente, especialmente por todo lo que ha hecho por los pobres. Entonces puso su mano en mi cabeza y me bendijo. Antes de pasar con mi amiga, le mencioné que éramos de la parroquia de San Ignacio, en Sacramento (California). Su rostro se iluminó con una gran sonrisa y una mirada de complicidad. El P. Georg nos dio a mi amiga y a mí un rosario, y el fotógrafo papal nos tomó fotos, cada una con el Papa.
Nos quedamos sin palabras después y permanecimos en la sala para ver la audiencia que se desarrollaría en la plaza de San Pedro. De esta manera, el Papa pasa y saluda a todos los discapacitados cada miércoles antes de la audiencia en la plaza de San Pedro. Se ve igual que como lo vemos en la televisión o en las fotografías. Cuando está contigo, te hace sentir como si fueras la única persona ahí con él. Fue un encuentro que siempre recordaré y voy a atesorar.