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Buscando Protección bajo el Manto de Nuestra Señora de Luján

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Por la Hermana Norma Beatriz Fernández

El 8 de mayo, la Fiesta de Nuestra Señora de Luján, es un día muy especial para mí. La devoción hacia ella viene por generaciones, de mi familia. Cuando yo era bebé y agonizaba, mis papás me consagraron a ella y me pusieron bajo su manto. Crecí sabiendo que ella está a nuestro lado, brindando consuelo en las penas y alegría en los logros. Ella camina a mi lado siempre. Por eso, toda mi vida, me siento protegida por ella. Visito frecuentemente la Basílica de Luján y siempre me inspira la historia de esta Virgen, patrona de Argentina.

Su origen se remonta al siglo XVII, cuando un hacendado portugués radicado en la provincia de Santiago del Estero, encargó a un amigo que vivía en Brasil una imagen de la Virgen. Corría el año 1630 en tiempos del Virreinato del Río de la Plata, cuando la Inmaculada Concepción llegó a Buenos Aires en una pequeña caja, bien protegida. A principios del mes de mayo cuando la tropa de carretas avanzaba hacia su destino, pasaron a orillas del río Luján, después de descansar comenzaron nuevamente su marcha, una de las carretas no se movía, ¿qué sería? Descubrieron con asombro que el motivo era una pequeña caja. ¡Al abrirla su sorpresa fue mayor! Entendieron que la Virgen quería quedarse allí.

Los pobladores de la zona la acogieron como testigos de la singularidad devenida en milagro, creciendo en ellos el respeto y la devoción.

Primero, una ermita con un precario altar. La zona pertenecía a la familia Rosendo, cuyo esclavo llamado con cariño “el negrito Manuel” se ofreció para cuidarla. La imagen de sólo 38 centímetros, era visitada por todos los vecinos y los que se iban enterando de sus milagros.

 Un sacerdote lo hizo desde Buenos Aires, prometiendo si lo sanaba le construiría un templo, así lo hizo más tarde.

En 1763, se inauguró el primer Santuario, pero el 8 de mayo de 1887 el Papa León XIII celebró la Coronación Canónica convirtiéndose en la Patrona del Antiguo Virreinato del Río de la Plata y de los países hermanos de Argentina, Paraguay y Uruguay.

Nuestra Señora de Luján, madre de TODOS, quiso quedarse entre los más humildes, así la veneramos de generación en generación, desde y con la familia, es la protectora, el consuelo, guía y educadora en la fe, a través de ella, llegamos a Jesús.

Ella nos invita a creer más allá de lo imposible. Su santuario es la casa de toda persona, y bajo su manto, buscamos su protección.