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Atención y estímulo, una educación informal

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El sábado 24 de septiembre de 2022, celebraremos el Día de la Misericordia, el 195° aniversario del día en que Catalina abrió por primera vez las puertas de la Misericordia en Baggot Street para servir a las personas pobres, enfermas y necesitadas de educación. A partir del sábado 17 de septiembre, «Celebraremos la Misericordia» en la historia, poesía, educación, arte, justicia, música, ministerio y oración a través de reflexiones escritas por hermanas.

Por la Hermana Anna Regina Gakuhi

En mi ministerio en el Hospital de la Misericordia San José en Guyana, trabajo con un grupo de hombres y mujeres en los departamentos de dietética y limpieza. La mayoría de miembros del personal no han terminado su educación formal. Me relaciono con estas personas para ayudarles a mejorar sus habilidades, que a la vez les ayuda a mejorar su rendimiento. El efecto no concluye con la calidad del servicio y sus productos, sino que también aumenta la auto estima y crea un gozo en el trabajo a medida que cada persona sirve en su mejor capacidad. También enseño agricultura a los niños del orfanato. Ellos producen lo que comen y cuidan de la Tierra. Esta habilidad es muy nueva para la mayoría de estos niños; sin embargo, tienen una gran energía para aprender.

Las historias vividas son compartidas con cada uno de estos grupos mientras trabajamos en la producción de los alimentos, los servicios y la agricultura (metáfora para el crecimiento y el desarrollo holístico). Mediante la evaluación de las experiencias personales, principalmente por medio de historias narradas y de entrevistas apreciadas, esta educación informal se convierte en un agente de cambio lento pero constante.

Nuestra fundadora, Catalina McAuley, consideraría que tanto la educación formal como la informal son necesarias para establecer e inculcar valores morales para sí mismo y la sociedad. Ella apreciaría el trabajo que están realizando los niños mientras se conectan con Madre Tierra, ayudándola a curarse. Ella estimaría que el cuidado y sanación de Tierra es un llamado urgente para todos.

En su época, a principios de 1800, Catalina hizo una prioridad la educación de las mujeres y niñas. Estaría de acuerdo que las mujeres aún necesitan apoyo. También apreciaría la integración de los niños en mi ministerio. Confirmaría el estímulo que les doy a las mujeres y los hombres del hospital y a los niños del orfanato, ayudándoles a revelar su potencial sin que sea necesario que estén sentados en un salón de clases.

Las personas con quienes trabajo vienen frecuentemente con circunstancias poco favorables. Su lenguaje puede ser crudo, con poco interés para trabajar. He notado que la sensibilidad abre las puertas. Cuando ellas se sienten más aceptadas, están más dispuestas a compartir sus vidas con los demás. Esto me ha conmovido y a su vez me ha alentado. Mientras más me integro en sus vidas y conozco mejor sus culturas, ellas también aprenden sobre la mía. El estar dispuesta a escucharlas ha permitido que muchas de ellas sean más abiertas, asuman sus problemas y los afronten de forma positiva. El fomentar el profesionalismo ha logrado que muchas se sientan bien con respecto a su trabajo, mejorando su autoestima, su dedicación y desempeño. «Tengo más confianza en mí porque confías en mí», una de estas personas dijo.

Me acuerdo que durante mis primeras semanas en este ministerio, una mujer siempre señalaba a otros por su mala fortuna. Era reservada, pero siempre que hablaba era para quejarse o discutir. Eso me molestaba y traté de acercarme más a ella cada vez que nos sentábamos juntas durante el almuerzo. Después de muchos días tratando de crear un ambiente en el que se sintiera cómoda para conversar, me di cuenta de que ella estaba muy lastimada por una amiga que la traicionó. Vi que había muchos problemas y muy poco tiempo para solucionarlos. Una tarde, cuando la mayoría de quienes trabajaban en el turno de la mañana se fueron a sus casas, me senté en la mesa con ella y, por primera vez, me contó por lo que estaba pasando. Me compadecí por ella y la animé a que siga compartiendo sus experiencias ya que esto la ayudaría a curar sus heridas. El poder de la atención plena, la presencia y confianza la reconquistó. Hasta la fecha, es feliz, le gusta más su trabajo y se lleva bien con la mayoría del personal. Mientras la veo crecer, reconozco y aprecio mi propio crecimiento, y le agradezco a Dios.